Andando caminos rumbo a lo desconocido
Hola amigos!!! esta es mi nueva ventana al mundo, una ventana abierta!.
martes, 12 de marzo de 2019
CUANDO ABIRRIDO Y NO SEPAS QUÉ HACER, PREPÁRATE UNA TAZA DE TÉ
Psicología/ CURIOSIDADES
Tanto en en Irlanda como en gran parte del Reino Unido, la gente se
prepara té cuando necesita hacer una pausa. En los países asiáticos, el té ha
sido elevado a bebida de culto. Su ceremonial para preparar y servir el té
implica un alto en la vida cotidiana para disciplinar la mente y calmar el
corazón. Tantas personas durante tantos siglos no pueden estar equivocadas, así
que podemos incluir este ritual en nuestra vida para buscar la serenidad que
necesitamos para tomar mejores decisiones.
Un té caliente
alivia las penas y genera confort psicológico
El té caliente tiene efectos insospechados sobre nuestro comportamiento y
estado de ánimo. Lo confirma la ciencia. Un estudio realizado en la Universidad
de Yale descubrió que el simple hecho de sostener una taza con una bebida
caliente en las manos nos vuelve más generosos y abiertos, algo que no ocurre
cuando sostenemos una taza fría. También nos hace ver a completos desconocidos
como personas más cálidas, amables y extrovertidas.
La clave radica en la asociación inconsciente que realizamos entre el
calor físico y el emocional. En práctica, el calor de una taza de té nos hace
sentir más a gusto, y eso derriba nuestras barreras psicológicas, lo cual nos
acerca a los demás.
Por otra parte, el propio ritual del té genera confort psicológico. Un
estudio realizado en la Universidad de Harvard comprobó que los rituales que
emprendemos tras experimentar una pérdida nos ayudan a aliviar el dolor,
mientras que aquellos que realizamos cuando nos sentimos estresados nos ayudan
a reducir la ansiedad y consolidar la autoconfianza.
Seguir un ritual para preparar y servir el té también nos permite adoptar
una actitud mindfulness que nos aleja de los problemas que nos
preocupan. Así podremos asumir una distancia psicológica que nos
ayude a ver la situación desde otra perspectiva.
De hecho, la ceremonia del té en los países asiáticos representa un alto
en la vida cotidiana para apreciar la belleza de lo simple, es un acto tan
sencillo como extraordinario que se reviste de gran simbolismo.
No es casual que la ceremonia del té japonesa, la más famosa en todo el
mundo, haya bebido del budismo zen y se haya desarrollado como una práctica
espiritual transformadora. Se trata de una ayuda a la meditación para aprender
a valorar las cosas pequeñas de la vida y abrazar la tranquilidad, la sobriedad
y el control.
Por supuesto, prepararte un té no hará que los problemas desaparezcan por
arte de magia, pero puede ayudarte a encontrar la paz interior que necesitas para afrontar la adversidad y tomar mejores
decisiones. Es un alto en la vorágine de tus pensamientos para que puedas poner
orden. Si aprendes a disfrutar de ese ritual, te ayudará a restarle una gran
dosis de estrés a tu jornada.
domingo, 10 de marzo de 2019
Psicología/Ansiedad LAVAR LOS PLATOS: UNA TÉCNICA ANTI-ESTRÉS MUY EFICAZ
Psicología/Ansiedad
LAVAR LOS
PLATOS: UNA TÉCNICA ANTI-ESTRÉS MUY EFICAZEl estrés es uno de los enemigos modernos. Y uno de los peores. De hecho, el estrés incrementa considerablemente los niveles de cortisol, una hormona que termina activando una respuesta inflamatoria en nuestro cuerpo. Si esa situación se mantiene a lo largo del tiempo, no solo corremos el riesgo de sufrir un ictus o un infarto, sino que también aumenta nuestra predisposición a desarrollar cáncer. Y es que el estrés no solo pasa una elevada factura psicológica, sino que también se cobra a nivel físico.
Siendo conscientes de los daños que provoca el estrés, es normal que en los últimos años cada vez más personas busquen técnicas antiestrés que les ayuden a lidiar con los conflictos y preocupaciones de la vida cotidiana. Sin embargo, lo curioso es que no es necesario pasar un curso rápido de psicología y ni siquiera debes abrazar el budismo, hay pequeñas acciones cotidianas que pueden convertirse en auténticas terapias de relajación.
No es lo que haces sino cómo lo haces
Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Florida desveló que lavar los platos es una excelente técnica antiestrés. Estos psicólogos trabajaron con 51 personas. Antes de comenzar, a la mitad les leyeron un pasaje corto que hacía referencia a lavar los platos de forma mindfulness. A la otra mitad le leyeron simplemente un pasaje descriptivo sobre esta tarea.
El pasaje mindul se centraba en la importancia de estar plenamente presentes y concentrados en la tarea. Una parte explicaba: “Mientras lavamos los platos, solo deberíamos lavar los platos. Esto significa que durante la tarea deberíamos estar plenamente conscientes de lo que estamos haciendo. A primera vista puede parecer algo banal. ¿Por qué deberíamos concentrarnos tanto en una tarea tan sencilla? Esa es precisamente la clave.
“El simple hecho de estar ahí, de pie y lavando los platos, ya es algo maravilloso en sí mismo. Podemos aprovechar ese momento para ser nosotros mismos, ser conscientes de nuestra respiración, acciones y pensamientos. No vamos a ser rechazados, solo estamos plenamente presentes haciendo algo”.
Los investigadores encontraron que las personas que lavaron los platos estando plenamente presentes, concentrándose en la temperatura del agua, el olor del detergente y el tacto de los platos reportaron una disminución del estrés y el nerviosismo del 27%. Sin duda, se trata de un resultado nada desdeñable si tenemos en cuenta que solo han lavado los platos, una tarea banal que podemos hacer todos los días en casa.
Al contrario, el grupo que simplemente lavó los platos, de manera automática, no reportó ningún beneficio después de la tarea.
El mindfulness en la vida cotidiana
En realidad, estos resultados no son extraños. El mindfulness es la experiencia de estar plenamente presentes, viviendo el aquí y el ahora, sin emitir juicios de valor, simplemente anotando lo que sucede, como si fuéramos observadores. Asumir esa actitud puede tener un efecto terapéutico y relajante por dos motivos fundamentales:
1. Nos desligamos de la necesidad de controlar, lo cual nos permite deshacernos de la tensión que provoca el deseo de controlar todo lo que sucede.
2. Dejamos que la mente se vacíe, por lo que ponemos a un lado las preocupaciones, que son nuestra principal fuente de estrés.
Por eso, las actividades cotidianas, como comer, caminar o incluso lavar los platos, si se hacen estando plenamente conscientes, pueden ser una técnica antiestrés muy eficaz. De hecho, he aquí 10 tareas que puedes hacer día a día para ser una persona mindful.
viernes, 8 de marzo de 2019
MIRAR EL MÓVIL CONSTANTEMENTE AFECTA A TU CEREBRO
Psicología/Tecnología
MIRAR EL MÓVIL CONSTANTEMENTE AFECTA A TU CEREBRO
Los smartphones han llegado para quedarse. Tanto es así que en la actualidad la mayoría de las personas no concebirían su vida sin este artilugio. Sin embargo, el móvil no solo ha cambiado nuestra forma de comunicarnos sino que también ejerce una profunda influencia en como procesamos la información proveniente del medio e incluso puede afectar el funcionamiento de nuestro cerebro, aunque estos cambios se producen de manera tan gradual que casi nunca somos conscientes de ellos.
Obviamente, no se trata del móvil en sí sino del uso que hacemos de este, sobre todo cuando asumimos la costumbre de estar continuamente pendientes de los mensajes, correos y llamadas entrantes, interrumpiendo lo que estamos haciendo para responder a este flujo permanente de estímulos.
¿Cómo nos cambia estar continuamente pendientes del
móvil?
1. Nuestro cerebro se vuelve adicto a la
estimulación continua
El flujo constante de información que nos llega a través del móvil hace que nuestro cerebro se acostumbre a una estimulación continua. Por consiguiente, cuando estamos rodeados de paz y tranquilidad, sin el móvil al lado, comenzamos a experimentar una sensación parecida al síndrome de abstinencia. Nos sentimos nerviosos y porque nuestro cerebro echa en falta esos estímulos. Por eso, no es extraño que un estudio realizado en la Universidad de Isfahan haya encontrado que las personas que más usan el móvil también tienen una mayor tendencia a la adicción y al trastorno obsesivo-compulsivo.
El flujo constante de información que nos llega a través del móvil hace que nuestro cerebro se acostumbre a una estimulación continua. Por consiguiente, cuando estamos rodeados de paz y tranquilidad, sin el móvil al lado, comenzamos a experimentar una sensación parecida al síndrome de abstinencia. Nos sentimos nerviosos y porque nuestro cerebro echa en falta esos estímulos. Por eso, no es extraño que un estudio realizado en la Universidad de Isfahan haya encontrado que las personas que más usan el móvil también tienen una mayor tendencia a la adicción y al trastorno obsesivo-compulsivo.
2. Nos volvemos intolerantes a la soledad
El móvil nos permite
estar conectados en cualquier momento y en cualquier lugar, por lo que al
final la soledad se convierte en una rara compañera que deseamos
evitar a toda costa. Estamos tan pendientes de las redes sociales, los mensajes
y el correo que prácticamente no pasamos tiempo con nosotros mismos. Como
resultado, nos volvemos intolerantes a la soledad. Sin embargo, la soledad no
es sinónimo de vacío emocional y no siempre es negativa, sino que es la base
para promover la introspección y nos permite madurar como personas.
3. Nos convertimos en personas híper reactivas
Estar continuamente pendientes del móvil genera un estado permanente de alerta que termina causando irritabilidad. Si el cerebro se ve obligado a mantenerse siempre vigilante, redistribuirá sus recursos y comenzará a evaluar las situaciones a las que nos exponemos en términos simplistas, calificándolas simplemente como “peligrosas” o “seguras”. Como resultado, es normal que reaccionemos de manera exagerada ante ciertos estímulos, lo cual terminará provocando dificultades en nuestras relaciones interpersonales. De hecho, un estudio realizado en la Kent State Universito desveló que el uso frecuente del móvil está relacionado directamente con un aumento de la ansiedad y una menor satisfacción con la vida.
Estar continuamente pendientes del móvil genera un estado permanente de alerta que termina causando irritabilidad. Si el cerebro se ve obligado a mantenerse siempre vigilante, redistribuirá sus recursos y comenzará a evaluar las situaciones a las que nos exponemos en términos simplistas, calificándolas simplemente como “peligrosas” o “seguras”. Como resultado, es normal que reaccionemos de manera exagerada ante ciertos estímulos, lo cual terminará provocando dificultades en nuestras relaciones interpersonales. De hecho, un estudio realizado en la Kent State Universito desveló que el uso frecuente del móvil está relacionado directamente con un aumento de la ansiedad y una menor satisfacción con la vida.
4. Dejamos de reflexionar
Si no nos quedamos a solas con nuestros pensamientos, no tenemos la oportunidad de reflexionar y valorar los pros y los contras de las decisiones. Como resultado, terminaremos actuando de manera irreflexiva y tomando decisiones de las cuales podríamos arrepentirnos. Obviamente, el hecho de tener siempre a mano una respuesta a través de Internet tampoco estimula la resolución de problemas. Hoy es más fácil buscar una respuesta online que intentar atar cabos sueltos, reflexionar y llegar a nuestras propias conclusiones. En práctica, desconectamos cada vez más la corteza prefrontal del cerebro, que es precisamente la encargada de ayudarnos a planificar, resolver problemas y tomar decisiones. Por tanto, cuando queramos ponerla a trabajar, quizá sea demasiado tarde.
Si no nos quedamos a solas con nuestros pensamientos, no tenemos la oportunidad de reflexionar y valorar los pros y los contras de las decisiones. Como resultado, terminaremos actuando de manera irreflexiva y tomando decisiones de las cuales podríamos arrepentirnos. Obviamente, el hecho de tener siempre a mano una respuesta a través de Internet tampoco estimula la resolución de problemas. Hoy es más fácil buscar una respuesta online que intentar atar cabos sueltos, reflexionar y llegar a nuestras propias conclusiones. En práctica, desconectamos cada vez más la corteza prefrontal del cerebro, que es precisamente la encargada de ayudarnos a planificar, resolver problemas y tomar decisiones. Por tanto, cuando queramos ponerla a trabajar, quizá sea demasiado tarde.
5. Nos roba la energía que el cerebro necesita para
recuperarse
Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Michigan analizó cómo las personas usan sus móviles después de la jornada laboral y encontró que la mayoría se mantenían atadas a este prácticamente hasta el momento de irse a la cama. Estos investigadores notaron que usar el móvil cuatro horas antes de dormir afecta considerablemente la calidad del sueño, dejándonos sin energía para el día siguiente. Esto se debe a que la luz azul que emiten estos dispositivos afecta nuestro ritmo circadiano, lo cual es especialmente peligroso si tenemos en cuenta que la falta de sueño afecta nuestro cerebro ya que durante ese momento se encarga de eliminar las sustancias de desecho de su metabolismo.
Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Michigan analizó cómo las personas usan sus móviles después de la jornada laboral y encontró que la mayoría se mantenían atadas a este prácticamente hasta el momento de irse a la cama. Estos investigadores notaron que usar el móvil cuatro horas antes de dormir afecta considerablemente la calidad del sueño, dejándonos sin energía para el día siguiente. Esto se debe a que la luz azul que emiten estos dispositivos afecta nuestro ritmo circadiano, lo cual es especialmente peligroso si tenemos en cuenta que la falta de sueño afecta nuestro cerebro ya que durante ese momento se encarga de eliminar las sustancias de desecho de su metabolismo.
¿Cuál es la solución?
En realidad, no se
trata de renegar el uso del móvil sino de limitar el tiempo que pasamos delante
de esta pantalla. Más allá de esas limitadas pulgadas hay una vida intensa e
interesante esperándonos, no tiene sentido reducir nuestro mundo a ese universo
virtual. Recuerda que la vida no se mide por las respiraciones, sino por las
veces que nos quedamos sin aliento.
jueves, 7 de marzo de 2019
BENEFICIOS DE DECIR LO QUE PIENSAS
Psicología /COMUNICACIÓN
*10 BENEFICIOS DE DECIR LO QUE PIENSAS
Cuando
en la vida dejamos demasiado espacio a lo “políticamente correcto”, corremos el
riesgo de perdernos y crear relaciones frágiles en las que no llegamos a
conectar desde nuestra esencia sino tan solo a través de los convencionalismos
sociales. Las consecuencias son terribles, no solo para los demás sino sobre
todo para nosotros mismos. Ya lo había dicho el filósofo Gabriel Marcel: “cuando
uno no vive como piensa, acaba pensando cómo vive”.
Tampoco se trata de convertirnos en kamikazes de la verdad usando la sinceridad como excusa para herir a los demás y no trabajar en nuestra asertividad. Necesitamos encontrar un punto medio en el que podamos decir lo que pensamos de la mejor manera posible, por nuestro bien y el de nuestras relaciones.
¿Cómo decir lo que pensamos nos convierte en mejores personas?
1. Promueve la autenticidad. Tenemos un sexto sentido
para la mentira y la falsedad. De la misma manera que notamos cuando una
persona está fingiendo u ocultándonos algo, también nos percatamos cuando es
sincera y auténtica. Ser coherentes, decir lo que pensamos y actuar en
consecuencia, es una forma de autoexpresión que los demás suelen valorar
positivamente pues genera confianza. La autenticidad también evita las
disonancias cognitivas y los conflictos interiores, dejándonos más energía para
crecer como personas en la dirección adecuada.
2. Demuestra que estamos
comprometidos. Cuando
una persona no se encuentra dentro de nuestro círculo más íntimo, solemos
activar el personaje social que hemos construido. Ese personaje no nos ayuda
precisamente a consolidar un vínculo, sino que se encarga de mantener una
relación distante y políticamente correcta. Al contrario, decir lo que pensamos
en muchos casos puede ser una manera para demostrar a alguien que nos importa
lo suficiente como para dejar caer esa máscara social y “desnudarnos”
psicológicamente. Si la otra persona vale la pena, apreciará ese gesto.
3. Fortalece los vínculos. Cuando las personas se relacionan desde la autenticidad y el respeto mutuo, la relación se fortalece. Si sabemos que el otro es honesto y nos dirá lo que piensa, confiaremos en él y bajaremos nuestras barreras. Ese tipo de confianza fortalece la relación, una relación que va más allá de los convencionalismos porque significa que ambos han conectado desde lo más profundo del “yo”, han abierto un pequeño resquicio de sí para que el otro pueda explorar y conocerle
4. Es signo de madurez. A menudo se necesita más coraje
para decir lo que pensamos que para mentir. Si además sabemos expresar nuestras
opiniones y emociones con tacto y de manera asertiva, es una gran muestra de
madurez. La honestidad que no hiere es una especie de “súperpoder” que puede
convertirnos en personas especiales, el tipo de personas que los demás quieren
a su lado.
5. Elimina la basura emocional. Ocultar nuestros sentimientos nos lleva a acumular una gran cantidad de “basura emocional”. Esas emociones reprimidas pueden terminar haciéndonos explotar de la peor manera, cualquier situación puede convertirse en la gota que colme el vaso. Al contrario, decir las cosas cuando las sentimos nos ayuda a liberarnos de esas emociones negativas, para no acumular rabia o rencor hacia los demás.
6. Nos libera de la carga cognitiva. Inventarse historias y contar mentiras añade una enorme carga cognitiva porque nos veremos obligados a recordar esa realidad alternativa. A la larga, ello nos pasará una factura psicológica en términos de tensión y estrés. Sin embargo, al decir de Mark Twain: “si dices la verdad no tienes que recordar nada”. Ser coherentes y honestos nos liberará de esa carga, evitando que tengamos que recordar las mentiras o que tengamos que representar al “personaje” que hemos construido pero que no se corresponde con nuestro “yo”. Decir lo que pensamos es liberador.
7. Evita problemas a largo plazo. Las cuentas claras conservan amistades, dice un refrán popular. Decir lo que pensamos, de manera que los demás tengan claro cuáles son nuestras líneas rojas, nos ayudará a evitar problemas provocados por malentendidos. Al contrario, ser demasiado permisivos cuando algo nos molesta o contar mentiras puede generar grandes problemas en nuestras relaciones y nuestra vida.
8. Promueve la autoaceptación. “Si no puedes decir la
verdad sobre ti mismo, no puedes decirla sobre otras personas”, dijo
Virginia Woolf. Para ser coherentes, es necesario partir de un nivel de autoconocimiento profundo. Debemos tener claras
nuestras ideas y valores, así como nuestras emociones. Solo podemos ser
coherentes y auténticos cuando nos conocemos lo suficiente y nos aceptamos.
También es fundamental ser conscientes de que nuestra opinión no es una verdad,
de manera que no desarrollemos una actitud prepotente y autoritaria que, en vez
de acércanos a los demás, nos aleje.
9. Ganamos autoconfianza. Muchas veces mentimos porque, en nuestro
cálculo mental, la mentira es más conveniente que la verdad. A veces tenemos
miedo de lo que los demás puedan pensar de nosotros si nos expresamos de manera
auténtica y, para preservar esa imagen que hemos construido, optamos por el
camino más sencillo. Abrazar la honestidad, al contrario, nos ayudará a perder
el miedo a lo que piensen los demás y reforzar nuestra autoconfianza.
10. Atrae más honestidad. Decir lo que pensamos a menudo tiene un “efecto replicativo” porque anima a quienes nos rodean a decir lo que piensan. Debemos recordar que muchas personas reaccionan mirándose en el espejo que les mostramos, por lo que, si nos relacionamos desde la mentira y los convencionalismos, tenderán a hacer lo mismo. Al contrario, si somos honestos tendremos más probabilidades de que los demás se sientan lo suficientemente cómodos como para decirnos lo que piensan. Después de todo, “puede que ser honestos no nos consiga muchos amigos, pero siempre nos conseguirá los correctos”, según John Lennon.
miércoles, 6 de marzo de 2019
EFECTO OVEJA NEGRA: SER LA OVEJA NEGRA NO ES MALO, SOLO DIFERENTE
Psicología Social
EFECTO OVEJA NEGRA: SER LA OVEJA NEGRA NO ES MALO, SOLO DIFERENTE
Muchas veces ser la “oveja negra” es lo mejor
EFECTO OVEJA NEGRA: SER LA OVEJA NEGRA NO ES MALO, SOLO DIFERENTE
Muchas veces ser la “oveja negra” es lo mejor
Toda familia tiene
una oveja negra. Es esa persona que no ha seguido con la tradición familiar,
que no comparte los mismos gustos e intereses y, sobre todo, que se atreve a
defender su identidad. Sobre esa persona a menudo los demás proyectan sus
culpas hasta convertirle en el “chivo expiatorio”.
Obviamente, ser la
oveja negra no es una sensación agradable, sobre todo porque este término tiene
una acepción bastante negativa. En el momento en que decidimos que lo que
define y satisface a los demás, no nos define ni satisface a nosotros,
comienzan a mirarnos con preocupación porque hemos cruzado una frontera que no
se podía traspasar.
Efecto Oveja Negra: ¿Por qué quienes más te quieren son
quienes más te critican?
Para comprender por
qué la familia y los grupos más íntimos crean a una oveja negra, es necesario
adentrarse en la Teoría de la Identidad Social propuesta por Henri Tajfel, un
psicólogo social de origen polaco. Esta teoría nos da algunas pistas
importantes para comprender el fenómeno de la discriminación dentro del grupo.
De hecho, debemos comprender que, por muy diferentes que sean, todos los grupos
y sus integrantes tienen algunos puntos en común:
- Los grupos se enfocan en las características negativas
de otros grupos. Cuando los
grupos emiten juicios sobre otros grupos, normalmente estos son negativos
porque intentan influir sobre las opiniones de sus miembros, de manera que
estos perciban que su grupo es mejor. Se trata de un sesgo
cognitivo en el que todos hemos caído. Por eso solemos decir, por
ejemplo, que nuestro equipo de fútbol es el mejor o que nuestra familia es la
más feliz, aunque sepamos que no es así.
- El grupo ejerce una gran presión sobre sus
integrantes. Dentro de los
grupos existe un alto nivel de exigencia sobre cada uno de los integrantes, una
presión que persigue el objetivo de mantener la cohesión y que no se rompa la
armonía interna. Por eso, un padre puede mostrarse muy permisivo con los hijos
del vecino, pero ser muy estricto con los propios.
El Efecto Oveja
Negra se refiere precisamente a esa presión y crítica que se ejerce sobre los
miembros del grupo. De hecho, es la tendencia de un grupo a evaluar a uno de
sus miembros de forma más severa, maximizando sus errores y aplicando castigos
más ejemplares.
Uno de los estudios
clásicos en la historia de la Psicología, llevado a cabo en el año 1988, nos
muestra claramente cómo se pone de manifiesto este fenómeno. Estos psicólogos
analizaron la ejemplaridad de los miembros del grupo, uno de los factores que
determina el comportamiento de las personas en el grupo para diferenciarse del
resto y que se encuentra en la base del Efecto Oveja Negra.
En el experimento
“enfrentaron” a un grupo de estudiantes de Filosofía con estudiantes de
Derecho. Los miembros de cada grupo debían escuchar una serie de discursos
grabados, algunos eran muy buenos y otros muy malos. En cada sesión se le informaba
al participante si el discurso era de un estudiante de Derecho o de Filosofía.
Los psicólogos también incluyeron un grupo de estudiantes que no pertenecían a
ninguna carrera en específico y a los que no se les decía qué carrera estaba
estudiando la persona que daba el discurso.
Así se apreció que
cuando los estudiantes debían juzgar el discurso de un miembro de su grupo (una
persona que estudiaba su misma carrera), emitían juicios más extremos. En
práctica, si un estudiante de Derecho escuchaba un discurso malo de un
estudiante de su misma carrera, lo calificaba como peor, en comparación con la
calificación que daban los estudiantes de Filosofía, y viceversa.
Ese mismo efecto se
aprecia, por ejemplo, en los fans de un equipo deportivo. Cuando su equipo juega
mal, son los primeros que se lamentan y califican la actuación como lamentable,
emitiendo juicios desfavorables más extremos. Eso mismo ocurre en el seno de
una familia o en un grupo de amigos.
En práctica, el
grupo debe asegurarse de que sus miembros no solo se mantienen unidos, sino que
también siguen las normas que los identifican y que, obviamente, les hace ser
“mejores” que los demás. Por eso, cualquier desviación de la norma es una señal
de alarma que amerita un escarmiento.
El Efecto Oveja Negra
tiene tres funciones fundamentales:
1. Preservar la
identidad positiva del grupo, asegurándose de que sus miembros cumplen las
normas.
2. Mostrar al resto
de los miembros qué sucede cuando no se cumplen las normas.
3. Distraer la
atención de los miembros del grupo de otros problemas mucho más peligrosos, que
pueden afectar profundamente la identidad grupal.
Detrás de cada oveja negra, se esconde el miedo de las
ovejas blancas
Detrás del
calificativo de “oveja negra” en realidad se suele esconder un gran miedo.
- Miedo a perder el control sobre uno de los miembros. La familia o el grupo teme perder el
control sobre uno de los miembros, cuyo rol es fundamental para mantener el
equilibrio, muchas veces precario.
- Miedo a que se dañe la identidad positiva. El grupo no es simplemente la suma de
cada uno de sus integrantes, sino que tiene una identidad, en la cual se ven
reflejados sus miembros. Cada persona desea, consciente o inconscientemente,
que su grupo tenga una identidad positiva porque eso alimenta su autoestima.
Por eso, cuando uno de sus integrantes no cumple con las normas, se percibe
como una amenaza ya que la identidad positiva que el grupo ha construido se
tambalea.
- Miedo a que salgan a flote otros problemas. En muchos casos, tildar a uno de los
miembros del grupo como la oveja negra implica convertirlo en el chivo
expiatorio. De hecho, esa oveja negra puede ser la fuerza que mantenga unido al
grupo ya que distrae la atención de otros problemas y tensiones mucho más
profundos que ponen en tela de juicio la identidad positiva del grupo.
- Miedo provocado por antiguos traumas. En otros casos, el miedo surge del
reflejo; es decir, las personas del grupo ven en la oveja negra deseos,
comportamientos, actitudes o aspiraciones que ellos mismos tuvieron que
reprimir en otro momento, para someterse al control del grupo. Ver esos
comportamientos es como revivir un antiguo trauma, lo cual genera
instintivamente una reacción defensiva.
En cualquier caso, y
sea cual sea el origen del problema, debes ser consciente de que no nacemos
siendo ovejas negras. Es tu entorno social quien te califica como tal cuando no
cumples con determinadas normas o expectativas. Por tanto, reaccionar ante esa
etiqueta es un acto de valentía.
Pertenecer a un “rebaño” no da la felicidad: Atrévete a
buscar tu camino
Cuando una persona
asume que es la oveja negra de la familia, puede hundirse y aceptar pasivamente
ese rol. De hecho, muchos aceptan esa etiqueta y desempeñan el papel que les ha
asignado el grupo, lo cual suele significar someterse a las burlas, el
desprecio y las críticas constantes sin rebelarse.
Sin embargo, cuando
te catalogan como la oveja negra, también tienes otra opción: reaccionar. No
tienes por qué aceptar un rol en el que todos se lavan las manos y se sienten
cómodos y el único perjudicado eres tú. No se trata de emprender una cruzada
personal, tan solo de hacer valer tu derecho a ser como quieres ser y vivir la
vida que deseas.
De hecho, hay veces
que ser catalogado como la oveja negra de la familia puede ser lo mejor que te
pueda pasar. Pregúntate si pertenecer a ese rebaño de ovejas blancas realmente
te hace feliz. Si no es así, quizás ha llegado el momento de asumir
una distancia emocional. Para lograr ese distanciamiento tendrás que ir
despojándote de diferentes capas que se han ido creando a tu alrededor durante
todos estos años. Básicamente, ese proceso de liberación consta de tres pasos:
1. Ser consciente de tu individualidad. No tienes la obligación de ser como tus
padres o hermanos. No tienes que pensar como ellos ni estar de acuerdo con sus
opiniones o desear las mismas cosas. No tienes que actuar siguiendo sus normas
ni hacer lo que los demás esperan que hagas. Tienes derecho a ser tu mismo y
perseguir tus sueños.
2. Sentirte a gusto contigo mismo. Las ovejas negras a menudo creen que son
malas, que no merecen respeto o amor, simplemente porque son diferentes. Este
mensaje, a fuerza de repetirlo, puede haber calado muy hondo en tu interior,
sobre todo porque te lo han dicho las personas que, supuestamente, quieren lo
mejor para ti. Por eso, es fundamental que te sientas bien siendo quien eres,
con tus valores, formas de ver la vida y decisiones. Sé tú mismo y no te
avergüences de ello, al contrario, siéntete orgulloso.
3. Aceptar a los demás. Cuando la oveja negra logra finalmente deshacerse del influjo negativo de
quienes le rodean y se da cuenta de que no hay nada malo en sí, a menudo siente
rencor hacia quienes le hicieron sentir mal durante tantos años. Sin embargo,
si realmente quieres quitarte esa etiqueta y liberarte de la presión que ejerce
ese grupo, el último paso consiste en perdonar a esas personas y aceptarlas tal
como son.
lunes, 4 de marzo de 2019
LAS MENTIRAS DE LAS REDES SOCIALES
Desarrollo Personal Tecnología
CONECTADOS PERO SOLOS: LAS MENTIRAS DE LAS REDES SOCIALES
En los últimos tiempos el número de
redes sociales ha aumentado de manera exponencial. Tal pareciera que alguien
tiene una varita mágica que, al moverla, crea como por encanto una nueva red
social. Facebook, Twitter, Google Plus, LindedIn, Youtube y Pinterest son solo
algunas de las más conocidas, pero existen decenas de sitios prácticamente
idénticos entre los cuales dividimos nuestra atención.
Todas las redes sociales se venden y
promocionan como sitios donde uno puede compartir, conectar con los otros y controlar
lo que sucede. Es tan sencillo escribir un mensaje, releerlo y, si no está
bien, simplemente oprimir la tecla “Delete” para reescribirlo de la
manera más adecuada. Sin embargo, esto nos hace mostrar una faceta construida.
Nuestro perfil online es una imagen idílica de nosotros, de lo que desearíamos
ser y de lo que queremos que los demás sepan de nosotros.
¿Han visto en alguna ocasión en
Facebook una foto de alguien llorando o triste? Y es que a nuestro perfil
subimos las imágenes de esos momentos idílicos, las vacaciones en familia, la
fiesta con los amigos… Pero una parte de nuestra intimidad se queda oculta. El
problema es que realmente no solo queremos ocultar esa faceta a los demás sino
a nosotros mismos. De esta forma, no nos permitimos crecer como personas. Y es
que las redes sociales son un gran agujero negro por donde no solo se escapa
nuestro tiempo sino también nuestra propia identidad.
El fantasma de las redes sociales
Parafraseando a Carlos Marx
podríamos decir que “un fantasma recorre al mundo, el fantasma de las redes
sociales”. Y este espectro nos seduce con tres falsas premisas:
1. Podemos centrar la atención donde
queramos, en el hecho y el
lugar del mundo que deseemos. Sin embargo, realmente no nos percatamos que
somos personas con limitaciones físicas, que nuestra memoria tiene una
capacidad limitada al igual que nuestra atención y, por ende, de las decenas de
historias o tweets que leemos al día, con mucha suerte, al pasar de un mes
recordaremos tan solo uno o dos.
Entonces… ¿de qué sirve manejar
tanta información si la olvidaremos apenas pasen unos días? ¿de qué sirve
emplear tanto tiempo consumiendo datos y noticias si estas no tienen ninguna
repercusión en nuestra persona, si no nos sirven para crecer?
2. Tenemos el control de lo que
sucede. Es cierto,
controlamos lo que escribimos y las fotos que subimos pero no controlamos lo
que está sucediendo en nuestra vida real. Pasar más tiempo en las redes
sociales implica relacionarse menos con las personas que nos circundan y
dedicarle menos tiempo a la reflexión. Por ende, mientras más controlamos en el
mundo online, más descontrolada queda nuestra realidad offline.
Cuando estamos en una reunión con
los amigos o en una cena de trabajo y en vez de comunicar con las personas
presentes nos dedicamos a enviar mensajes de texto con el móvil, estaremos
cediendo una parte de nuestro control. Pero lo peor es que ni siquiera nos
damos cuenta de que somos víctimas de la ilusión del control, desgraciadamente,
la imagen de las parejas que salen a cenar pero que en vez de hablar están
pendientes de su móvil es cada vez más frecuente.
3. No estaremos solos. Desde hace décadas han sido
numerosos los psicólogos que se han referido al miedo a la soledad. Y es que
somos seres sociales que necesitamos de las relaciones interpersonales para
desarrollarnos. De hecho, nos construimos como personas a través de la imagen
que tienen los otros y de la retroalimentación que estos nos brindan. El
mecanismo es bastante simple: nos equivocamos, otros nos muestran el error y
quizás nos indican una parte de la solución y nosotros crecemos. Es la idea básica
de la Zona de Desarrollo Próximo.
Sin embargo, si nuestras relaciones
se restringen cada vez más a las redes sociales y en ellas solo mostramos
nuestra faceta más positiva, ¿cómo podemos crecer? De cierta forma, esto nos
atemoriza y por eso evitamos reflexionar. De esta manera, nos rodeamos de
cientos o miles de seguidores con los cuales mantenemos “conversaciones”
intrascendentes que no nos permiten crecer y nos mantienen en la zona de
confort propia de la adolescencia.
Por otra parte, cada vez tenemos más
miedo a la intimidad por lo que nos vanagloriamos de poseer seguidores o fans
pero evitamos las relaciones de amistad profundas. Pero… ¿conoces profundamente
tan solo a diez de las personas con las cuales compartes información a diario?
¿sabes cuáles son sus problemas, cuándo fue la última vez que lloró? ¿estarías
dispuesto de manera incondicional a ayudarle?
Puede sonar como un contrasentido
pero la verdad es que si no aprendemos a estar solos, cada vez estaremos más
solos.
Sin extremismos
Todas estas ideas no nos obligan a
obviar las redes sociales o a dejar de usar el teléfono móvil. Estamos en la
era de la tecnología y, ya sea por trabajo o para mantenernos en contacto con
amigos en el otro lado del mundo, las redes sociales son una excelente
herramienta.
Lo importante es reflexionar sobre
el lugar que ocupan en nuestras vidas y redimensionar su importancia.
Aprendamos a vivir más en nuestra realidad, a enfrentar nuestros miedos y a
disfrutar de cada momento que pasamos con las amistades o la familia.
Y, lo que es aún más importante:
cuando sientas la necesidad de acudir a las redes sociales es porque algo anda
mal en tu realidad. Las redes sociales no son una cura para tus problemas, son
un síntoma de algo más profundo.
viernes, 1 de marzo de 2019
EQUILIBRIO MENTAL: ¿QUÉ ES Y CÓMO DESARROLLARLO?
EQUILIBRIO MENTAL: ¿QUÉ ES Y CÓMO DESARROLLARLO?
Equilibrio mental: ¿Qué es y cómo desarrollarlo?
El equilibrio mental
es fundamental para nuestro bienestar, tanto emocional como físico. Sin
embargo, a menudo lo descuidamos o no le prestamos la atención suficiente.
Somos previsores en muchas áreas de nuestra vida, cuidamos nuestra dieta, nos
mantenemos en forma y aseguramos nuestras posesiones más valiosas, pero a veces
nos olvidamos de nuestro equilibrio psicológico y lo dejamos completamente al
azar convirtiéndonos así en víctimas de las circunstancias.
¿Qué es el equilibrio mental?
Alcanzar el
equilibrio mental no significa que nos desharemos por completo de los
pensamientos y emociones negativas ya que, de una forma u otra, siempre
estaremos expuestos a la adversidad y los problemas. Desarrollar el equilibrio
mental significa no permitir que esas situaciones generen tantos pensamientos y
emociones negativas que inclinen demasiado la balanza como para hacernos sentir
mal.
Los 4 tipos de equilibrio mental: ¿Cómo
desarrollarlos?
1. Equilibrio conativo
La conación se
refiere a la intención y la voluntad, así como su puesta en práctica. No
implica simplemente plantearse un objetivo o desear algo sino comprometerse con
su consecución. No se limita al deseo de dejar de fumar, sino que significa
comprometerse y cambiar de verdad.
El equilibrio
conativo es fundamental para el equilibrio mental porque si desarrollamos
deseos y aspiraciones irreales o no hacemos nada para alcanzar nuestras metas,
terminaremos frustrados y sufriendo un elevado nivel de angustia
psicológica.
Por otra parte,
experimentar un déficit conativo; es decir, no desear nada ni comprometernos
con ninguna meta suele generar apatía, desmotivación y, en última instancia, un
vacío existencial que nos hará profundamente infelices. Estancarnos en la
abulia conduce a la desilusión y la desesperación.
La clave consiste en
desarrollar objetivos y deseos basados en la realidad y orientados a nuestra
felicidad, con los que podamos comprometernos y llevar a buen término,
facilitará nuestro equilibrio psicológico. No obstante, para desarrollar el
equilibrio conativo no basta con cambiar unas metas por otras, tenemos que
poner en marcha un ejercicio de introspección que nos permita descubrir lo que
queremos en realidad y comprometernos con esas metas.
2. Equilibrio atencional
La voluntad sin la
capacidad para mantener la atención conduce a un desequilibrio. De hecho, el
equilibrio atencional es fundamental para rendir de manera óptima y no caer en
la hiperactividad o la hipoactividad.
La hiperactividad
atencional ocurre cuando la mente está excesivamente excitada, lo que genera un
estado de agitación y distracción compulsiva. Ese nivel de atención no es
funcional y no nos permite cumplir nuestros objetivos, al contrario, conduce a
la dispersión. En el extremo opuesto hallamos la hipoactividad atencional, un
estado de laxitud que nos mantiene desconcentrados y también nos impide
alcanzar nuestras metas ya que la mente divaga sin rumbo.
Esos desequilibrios
se remedian a través de la atención plena, que sería un nivel de atención
sostenida y voluntaria enfocada en una actividad u objeto, sin distracciones.
Ese tipo de atención no está dirigida únicamente hacia el externo sino que
también implica la capacidad para escudriñar dentro de uno mismo y ser capaces
de conducir suavemente la atención hacia lo que nos interesa cuando nos
distraemos, sin enfadarnos, irritarnos o frustrarnos.
Esa atención se
puede cultivar de diferentes maneras, aunque uno de los métodos más eficaces es
la meditación mindfulness.
3. Equilibrio cognitivo
El equilibrio
cognitivo implica comprometerse con el mundo de la experiencia sin realizar
suposiciones o albergar ideas preconcebidas sobre los eventos que puedan dar
pie a malinterpretaciones o distorsiones de la realidad. Significa estar
presentes sin juzgar ni criticar, simplemente viviendo la experiencia.
El equilibrio
cognitivo implica deshacerse de los estereotipos y prejuicios, así como de los
sesgos cognitivos, o al menos ser conscientes de su existencia para comprender
la diferencia entre la realidad y nuestras expectativas o fantasías, ese mundo
que hilamos en nuestra mente y que suele dar pie a malinterpretaciones o
reacciones emocionales exageradas fuera de contexto.
El budismo nos
ofrece un ejemplo claro de desequilibrio cognitivo: confundir una cuerda
enrollada con una serpiente. ¿Cómo es posible? Esa confusión se debe a que, en
vez de limitarnos a constatar la realidad, no prestamos la suficiente atención
y proyectamos nuestros miedos o expectativas, convirtiendo la cuerda en una serpiente.
En la vida cotidiana
confundimos continuamente nuestras expectativas, ideas y prejuicios con la
realidad, proyectando sobre los hechos nuestros miedos y esperanzas. Eso genera
un desequilibrio ya que no respondemos a la realidad tal cual es, sino que
reaccionamos ante la historia que hemos construido en nuestra mente. Ese
desequilibrio cognitivo puede conducirnos a luchar contra molinos de viento,
haciendo que perdamos una energía valiosísima.
Para desarrollar el
equilibrio cognitivo debemos poner a prueba continuamente nuestras creencias y
pensamientos. Debemos preguntarnos si estamos reaccionando ante lo que nos
ocurre o si estamos exagerando los hechos debido a que están influyendo
nuestras expectativas o ideas preconcebidas. Se trata de un profundo trabajo de
reestructuración cognitiva que implica cambiar las creencias limitantes por
otras más adaptativas y flexibles.
4. Equilibrio emocional
El equilibrio
emocional es el resultado del balance entre el equilibrio conativo, atencional
y cognitivo. Cuando nos planteamos metas realistas y nos comprometemos con su
consecución, mantenemos bajo control nuestras expectativas y nos concentramos
en lo que realmente importa, el equilibrio emocional es un resultado natural
del equilibrio entre deseos, pensamientos y acciones.
Tener un buen
equilibrio emocional no implica asumir una actitud indiferente y fría sino ser
conscientes de las emociones que estamos experimentando, comprender su influjo
y ser capaces de gestionarlas y expresarlas asertivamente.
De hecho, para
mantener el equilibrio mental es tan negativa la ira como la euforia extrema ya
que ambos estados se convierten en unas gafas que nos impiden ver nítidamente
la realidad. El equilibrio emocional es el resultado de una adecuada regulación
de los afectos, del autoconocimiento y la madurez.
Para desarrollarlo
es necesario trabajar la Inteligencia Emocional y asumir que las emociones no
son enemigos a combatir sino señales a tener en cuenta, tan valiosas como la
lógica y la razón.
¿Por qué deberías invertir en tu equilibrio mental?
Desarrollar un buen
equilibrio mental te ayudará a afrontar los problemas. Cuando cuentas con las
herramientas psicológicas necesarias y tienes una visión más ponderada,
lograrás lidiar con las dificultades sin venirte abajo. Eso significa que la
adversidad te hará menos daño y que podrás salir antes de ese estado. Sin duda,
es una inversión que vale la pena.
Fuente:
Wallace, B.A. & Shapiro, S. L. (2006) Mental balance and well-being: building bridges between Buddhism and Western psychology. Am Psychol; 61(7): 690-701.
Wallace, B.A. & Shapiro, S. L. (2006) Mental balance and well-being: building bridges between Buddhism and Western psychology. Am Psychol; 61(7): 690-701.
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