jueves, 31 de enero de 2019

LOS GOLPES DE LA VIDA.

LOS GOLPES DE LA VIDA
De las muchas personas que pasan por nuestra vida, solo unas pocas dejan un gran recuerdo en nuestro corazón Dts.
William Shakespeare dejó escrito. No hay otro camino para la madurez que aprender a soportar los golpes de la vida.
Porque la vida de cualquier persona, lo quiera o no, acarrea siempre golpes. Vemos que hay egoísmo, maldad, mentiras, desagradecimiento. Observamos con asombro el misterio del dolor y de la muerte. Constatamos defectos y limitaciones en los demás, y lo constatamos igualmente cada día en nosotros mismos
Esa triste experiencia es algo que, si se sabe asumir, puede ir haciendo crecer nuestra madurez interior. La clave es saber aprovechar esos golpes, saber sacar todo el oculto valor que encierra aquello que nos contraria, lograr que nos mejore aquello que a otros les desalienta y les hunde.
¿Y por qué lo que a unos les hunde a otros les madura y les hace crecerse?
"Lo más profundo que hay en algunas personas es la piel."
en otras o más profundo mas es su buena voluntad, sus sueños y sentimientos que en algunos casos se elevan hasta donde llega el infinito.
dts.

¿CÓMO PREPARARNOS PARA LO PEOR DE LA MEJOR MANERA, SEGÚN SÉNECA?


Psicología /desarrollo personal

Antes o después la adversidad tocará a nuestra puerta. No podemos escapar de su aldabonazo, pero podemos prepararnos para afrontarla, podemos ir fortaleciendo el "músculo de la resiliencia", de manera que los problemas de la vida no se conviertan en traumas psicológicos que nos deshagan en mil pedazos o nos rompan para siempre. 

Séneca, máximo representante del estoicismo, una filosofía que abogaba por el dominio de los hechos y las emociones que perturban nuestra vida deshaciéndonos de los apegos materiales innecesarios, veía la adversidad como algo positivo. Decía que “no hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues no tiene oportunidad de ponerse a prueba”. 

La clave, según este filósofo, radicaba en prepararnos para lo peor de la mejor manera. A priori, sus ideas pueden parecer pesimistas, sobre todo en la “era de la positividad” a ultranza, pero una dosis de previsión mezclada con realismo no viene mal.

De hecho, Hegel afirmaba que la negatividad mantiene la existencia llena de vida y nos salva de lo que el filósofo contemporáneo Byung-Chul Han denomino “el cansancio del yo que conduce a un infarto del alma”. La negatividad a la que hacen referencia estos filósofos no es el pesimismo que nos paraliza sino una fuerza impulsora que nos empodera ya que nos anima a tomar decisiones. 

La adversidad inesperada golpea con más fuerza 
“Los efectos de lo que no se espera son más aplastantes ya que a lo inesperado se suma el peso del desastre. Lo imprevisto siempre ha intensificado el dolor de una persona. Por esa razón debemos asegurarnos de que nada nos tome por sorpresa. Deberíamos proyectar nuestros pensamientos hacia el futuro en todo momento para tener en cuenta cada eventualidad posible, en vez de pensar que los eventos simplemente seguirán su curso. 

“Debemos prever todas las posibilidades y fortalecer el espíritu para lidiar con las cosas que podrían ocurrir. Pruébalas en tu mente […] Si no queremos sentirnos abrumados y aturdidos por los eventos raros, como si fueran sucesos sin precedentes; debemos repensar el concepto de suerte de manera más exhaustiva”. 

La ciencia ha comprobado la propuesta de Séneca. Un estudio desarrollado en la Universidad de California reveló que, para lograr nuestras metas, visualizar los resultados e imaginar que todo saldrá bien no es el mejor camino. Al contrario, quienes realmente lograban sus metas eran las personas que visualizaban el camino y se preparaban para los contratiempos que podían ocurrir. Incluso ese proceso de preparación les ayudaba a reducir la ansiedad y la angustia. 

Otro experimento más reciente realizado en la Universidad de Nueva York desveló que fantasear sobre los resultados positivos que podríamos alcanzar en el futuro se convierte en un arma de doble filo. Estos psicólogos descubrieron que las personas que más fantaseaban obtenían peores resultados a largo plazo en la vida porque tomaban menos cartas en el asunto. 

Eso no significa que debamos ser pesimistas, sino que necesitamos una dosis de realismo que nos mantenga con los pies por tierra y nos permita anticiparnos a los problemas. Porque “aquellos que no están preparados, se sentirán aterrados por los acontecimientos más insignificantes”, advirtió Séneca. 
¿Cómo prepararse para lo peor? 
A menudo la realidad supera la fantasía. A veces la vida nos golpea más duro de lo que esperábamos. Es cierto. No siempre podemos prever nuestras reacciones emocionales y cuán duro será el impacto. Sin embargo, Séneca estaba convencido de que “la persona que ha anticipado el arribo de esos problemas les arrebata su poder cuando llegan”. 

Aconsejaba: “Es en tiempos de seguridad que el espíritu debe prepararse para enfrentar los tiempos difíciles. Aprovecha que la fortuna te otorga sus favores, para fortalecerte contra sus rechazos […] Reserva de vez en cuando unos días durante los cuales te contentarás con la comida más simple y la ropa más áspera. Luego te preguntarás: ‘¿Es esto a lo que debo temer?’ 

“Las gachas de cebada, o una costra de pan, y el agua no son una dieta muy apetecible, pero nada nos da más placer que la capacidad para disfrutar incluso de eso, y la sensación de haber alcanzado algo de lo que nadie nos puede privar, ni siquiera cualquier injusto golpe de fortuna”. 

Sus palabras nos dejan una enseñanza fundamental: debemos abrazar lo esencial, y ser felices con ello. Cuando somos capaces de deslindar el grano de la paja, cuando nos damos cuenta de que las cosas importantes y esenciales de la vida son realmente pocas, muchos golpes de mala suerte dejan de serlo porque no nos arrebatan sino las cosas superfluas, de las que podemos prescindir. 

¿Y cuando llegue la adversidad? 
Su consejo es tan sencillo como valioso: “En la adversidad conviene muchas veces tomar un camino atrevido”. En vez de quedarnos anonadados por el golpe, necesitamos reaccionar. Entonces es momento de arriesgar, probar otros caminos y cambiar. 

martes, 29 de enero de 2019

UN ESTUDIO REVELA QUE NO PUEDES CAMBIAR SIMPLEMENTE DESEANDO CAMBIAR.


Psicología sin Reservas
UN ESTUDIO REVELA QUE NO PUEDES CAMBIAR SIMPLEMENTE DESEANDO CAMBIAR.
Si alguna vez has deseado cambiar uno de tus rasgos de personalidad, una forma de pensar, un mal hábito o una creencia muy arraigada, sabrás que no es una tarea fácil. A veces incluso puedes tener la sensación de que das un paso adelante y dos hacia atrás. Y eso puede llegar a ser extremadamente frustrante, hasta el punto de hacernos creer que “somos así” y no podemos cambiar.
El problema, quizá, es la manera en que estamos afrontando ese cambio. Para cambiar no basta con desearlo, hay que ponerse manos a la obra. Desear el cambio no es suficiente para transformar algo que venimos haciendo, pensando o sintiendo desde hace años. Ahora la ciencia lo confirma.
Dime qué haces y te diré qué podrás cambiar
Psicólogos de la Universidad de Illinois y de Michigan pidieron a 377 estudiantes universitarios que eligieran dos de los cinco grandes rasgos de la personalidad (apertura a la experiencia, responsabilidad, extroversión, amabilidad y estabilidad emocional) que más querían cambiar en sí mismos. La mayoría de las personas optaron por mejorar su estabilidad emocional o aumentar su nivel de extroversión.
A la mitad de los participantes también les pidieron que seleccionaran hasta cuatro desafíos por semana que les permitieran poner en práctica el cambio del rasgo elegido. Por ejemplo, quienes querían ser más extrovertidos elegían saludar a un desconocido en una tienda o dirigir un proyecto de clase. 
A todos les pidieron que completaran una prueba de personalidad al comienzo de cada semana del estudio de 15 semanas, especialmente pensada para medir cuánto podría estar cambiando su personalidad, o no. 
Los autores descubrieron que las personas que querían cambiar, pero que no hicieron nada para lograrlo, afianzaron aún más el rasgo desagradable del que se querían deshacer. De hecho, quienes querían ser más extrovertidos se volvieron más introvertidos y quienes deseaban ser más estables emocionalmente se volvieron más neuróticos. 

Al contrario, las personas que se involucraron en los desafíos sí cambiaron a lo largo del tiempo.
El compromiso con el cambio no es suficiente, es necesario dar pequeños pasos
Comprometerse con el cambio no basta. De hecho, a menudo es un arma de doble filo ya que genera la sensación de que ya hemos hecho algo, que hemos dado un paso "importante", por lo que hace que nos confiemos y no trabajemos duro para cambiar. 
Los investigadores concluyeron que “participar activamente en comportamientos diseñados para cambiar los rasgos de personalidad predice un mayor crecimiento de ese rasgo a lo largo del tiempo”. En otras palabras, si quieres cambiar algo, tienes que trabajar en ello.
Dar pequeños pasos a lo largo del tiempo, alineados con nuestros objetivos de crecimiento personal, nos ayuda a mejorar. Curiosamente, los investigadores comprobaron que ni siquiera es importante el grado de dificultad de los desafíos que nos planteemos, sino que el crecimiento personal depende más bien de su consistencia a lo largo del tiempo. 
Eso nos recuerda la frase de Confucio: “No importa cuán lento vayas, siempre que no te detengas”. Hay que dar pequeños pasos que también nos sirvan de motivación a lo largo del camino para darnos cuenta de que nos estamos acercando a nuestro objetivo. 
Querer cambiar, pero no hacer nada para lograrlo solo genera frustración y, a la larga, consolidará una imagen negativa y anquilosada de nosotros mismos. Desear ser mejor, pero seguir haciendo lo mismo, al final hará que nos veamos bajo una luz aún más negativa. Por tanto, la próxima vez que quieras cambiar, pregúntate si realmente estás haciendo algo para lograr esa transformación o se trata simplemente de un deseo que no se materializa en ninguna acción.

lunes, 28 de enero de 2019

EL JUEGO DEL ULTIMÁTUM: SENTIDO DE LA JUSTICIA VS. BENEFICIO ECONÓMICO

Psicología Social
* EL JUEGO DEL ULTIMÁTUM: SENTIDO DE LA JUSTICIA VS. BENEFICIO ECONÓMICO



En realidad este juego es muy sencillo e involucra solo a dos personas. En práctica, tienen que decidir cómo dividir una determinada cantidad de dinero. Al azar, se elige a una de estas dos personas y se le pide que realice una oferta a la otra sobre cómo dividir el dinero entre los dos. Si la otra persona acepta, simplemente se divide el dinero y el juego termina pero si rechaza esta oferta, entonces ninguno de los dos recibe nada. 
En algunas ocasiones los juegos dejan entrever muchísima información sobre la naturaleza humana. Tal es el caso del “Juego del Ultimátum”, desarrollado por economistas y psicólogos hace ya bastantes años pero que aún hoy continúa ejerciendo una poderosa fascinación.
Lo interesante es que la mayoría de las personas que realizaba la oferta ofrecía una cantidad de dinero que oscilaba entre el 40 y el 50% del total. En estos casos, la otra persona solía aceptar. Sin embargo, si la oferta realizada era de menos del 30%, la solían rechazar.

Este juego pone en tela de juicio nuestra supuesta “racionalidad” en lo que se refiere a las cuestiones económicas ya que, cuando rechazamos una oferta, por muy baja que esta sea, esto implica que no nos llevaremos nada. Entonces… ¿qué nos motivaría a tomar esta decisión?

La respuesta es bastante simple: el hecho de que nos hagan una oferta del 30% nos resulta insultante. En resumen, pensamos que la otra persona debería compartir la mitad del dinero y si no lo hace, preferimos castigarla por su comportamiento avaro en vez de aceptar una suma de dinero que no nos resulta relevante.

Obviamente, en este juego se pone de manifiesto nuestro sentido del honor y la justicia y cómo, en algunas circunstancias, preferimos poner estos valores por encima de los beneficios económicos.
Esta explicación está sustentada por un estudio reciente en el cual se sometieron a los participantes a escaneos cerebrales mientras negociaban. Así, se pudo apreciar que cuando las personas rechazaban la oferta, se mostraba una actividad intensa en la ínsula anterior, una zona que se ha asociado con la experiencia de emociones básicas como el odio, el miedo, la tristeza, el disgusto y la felicidad. De hecho, Antonio Damasio ha propuesto que en esta región se cotejan los estados viscerales relacionados con la emoción con la experiencia que estamos viviendo.

¿Qué significa esto? Que una propuesta injusta despierta una fuerte reacción emocional en nosotros y que esta es la principal responsable de que rechacemos la oferta.

Cuando la cantidad de dinero en juego es significativa…

Por supuesto, si el comportamiento del hombre fuera tan lineal los psicólogos no tendría mucho trabajo. Por eso un grupo de investigadores de la Universidad de Melbourne pensaron en replicar el experimento pero haciendo que la suma de dinero fuese significativa para las personas. Para lograrlo, se trasladaron hasta Indonesia.

En esta ocasión, la mayoría de las personas también realizaron ofertas justas donde se dividía la suma de dinero casi a mitad. No obstante, quienes recibieron ofertas injustas también mostraron la tendencia a aceptarlas. Obviamente, mientras más significativa es la suma de dinero, más difícil nos será rechazarla. En estos casos, nuestra corteza prefrontal desempeña un papel dominante sobre la ínsula. En otras palabras, prima la parte práctica que hay cada uno de nosotros.

sábado, 26 de enero de 2019

LA ARRROGANCIA Y LA SOBERBIA NACE DE LA IGNORANCIA Y LA INSEGURIDAD


Psicología /desarrollo personal
 
 LA ARRROGANCIA Y LA SOBERBIA NACE DE LA IGNORANCIA Y LA INSEGURIDAD

Que levante la mano quienes se sienten a gusto con las personas arrogantes. 

 Si hiciéramos esta pregunta en un grupo de 10, 100 o 1000 personas, no debería sorprendernos que nadie levantase la mano. 

 A la mayoría de la gente no le gustan las personas arrogantes, entre otras cosas porque nos hacen sentir mal, nos menosprecian y generan la sensación de inferioridad. De hecho, la arrogancia es una creencia de superioridad y autoestima exagerada que se manifiesta con afirmaciones excesivas y presuntuosas. 

Sin embargo, la actitud arrogante se desarrolla muy temprano en la vida. Un estudio realizado en la Universidad de Yale descubrió que los niños pequeños de entre 5 y 7 años ya muestran cierto pensamiento arrogante pues creen que pueden saber más de los adultos. En algún momento a lo largo del desarrollo, abandonamos esa postura egocéntrica y nos formamos una imagen más objetiva de nosotros mismos y del mundo. 

 

Al parecer, la persona arrogante no da ese paso madurativo, sigue creyendo que puede ganar siempre y, lo que es aún peor, cree que merece ganar siempre. Esto nos indica que, en la base de la arrogancia se esconde una actitud infantil y un problema de autoestima. De hecho, creerse superiores suele ser un mecanismo de defensa que demuestra que en realidad esa persona no tiene tanta confianza en sí misma. Al respecto, Fulton John Sheen dijo que “la arrogancia es la manifestación de la debilidad, el miedo secreto hacia los rivales”. 

 

¿Cómo es una persona arrogante? 

La persona arrogante puede parecer atractiva y agradable al inicio ya que suele transmitir una imagen de seguridad y confianza. Por eso, es normal que caigamos en sus redes, hasta que nos damos cuenta de que todo comienza a girar a su alrededor y dejamos de sentirnos bien en su compañía ya que cada vez nos sentimos más pequeños y menospreciados. 

 

1. Deseo exagerado de recibir elogios 

Un rasgo distintivo de la gente arrogante es que buscan constantemente la admiración de los demás. La arrogancia se alimenta de los halagos, por lo que estas personas siempre intentarán sacar a colación sus logros, ya sean reales o ficticios. Por eso, no les gustan las personas seguras que se muestran indiferentes y no caen rendidas a sus pies. 

 

2. Hablar constantemente de sí mismo 

La arrogancia está íntimamente vinculada al egocentrismo. Por eso, el tema preferido de una persona arrogante versa sobre sí misma. Esta persona intentará acaparar la conversación para atraer la atención sobre sí. Cuando el tema cambia, intentará reconducirlo hacia sus logros, aunque ello implique interrumpir a los demás. Obviamente, esta persona no muestra mucha empatía, asume las relaciones interpersonales en un solo sentido: los demás deben dar y ella solo debe limitarse a recibir. 

3. No reconocer los errores ni aceptar las críticas 

La gente arrogante defiende su autoestima a capa y espada, por lo que no suele reconocer sus errores. Nunca se equivocan y siempre encuentran una justificación cuando les hacen notar algún error o defecto. La culpa siempre es de otra persona o de las circunstancias, no asumen sus responsabilidades. Por supuesto, tampoco aceptan las críticas. Cuando ven venir una crítica, asumen una actitud defensiva y ni siquiera escuchan lo que les dicen. 

 

4. El perdón no existe en su vocabulario 

Dado que las personas arrogantes no hacen nada mal, les resulta muy difícil pedir perdón o disculparse. Para ellos, el problema siempre radica en la otra persona, por lo que no es extraño que aunque se hayan equivocado, esperen o incluso demanden una disculpa. Esa actitud arrogante es una de las que más problemas genera en sus relaciones interpersonales y la que hace saltar todas las alarmas. 

 

5. Intolerancia hacia lo diferente 

Las personas arrogantes critican a los demás, enfatizan los errores y debilidades de quienes no cumplen con sus altos estándares. El problema es que su autoestima se apuntala sobre los “defectos” ajenos ya que necesitan hacer sentir inferiores a los demás para sentirse superiores. En la base de esa intolerancia se encuentra un pensamiento arrogante y dicotómico. A menudo estas personas piensan que las cosas solo se pueden hacer de un modo, lo cual revela una falta de profundidad y perspicacia para apreciar la diversidad. De hecho, la peor arrogancia es la que proviene de la ignorancia. 

 

6. Sobrecompensar las debilidades 

En el cuadro que dibuja cómo es una persona arrogante no puede faltar el temor a que los demás descubran sus puntos débiles, por lo que adoptará una estrategia para sobrecompensarlos con actitudes arrogantes. Por eso, suelen hablar alto, quieren imponer sus ideas sin dar lugar al diálogo y ocultan sus inseguridades tras comportamientos que denotan poder. “El saber y la razón hablan, la arrogancia y la ignorancia gritan”, dijo Arturo Graf. 

 

7. Actitud intimidante 

Se ha comprobado que la gente arrogante también es socialmente dominante. Estas personas no tienen reparos para expresar su ira, sobre todo contra los más débiles emocionalmente, hasta el punto de que llegan a usar estrategias de intimidación para imponer sus puntos de vista y hacer valer su “superioridad”. A menudo la actitud arrogante e intimidante se sustenta en técnicas de intimidación intelectual. 

 

¿Cómo tratar a una persona arrogante? 

Si permites que las personas arrogantes entren en tu vida y les das demasiada importancia, pueden terminar haciendo añicos tu autoestima, haciéndote sentir inferior y de escasa valía. Sin embargo, dado que no puedes escapar de ellas, lo más inteligente es aprender a lidiar con sus actitudes arrogantes. 

1. No cedas el control. Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento. Por tanto, se trata de detectar los mecanismos psicológicos que pone en marcha la persona arrogante y no permitir que hagan mella en ti. Aprende a darle a cada comentario o actitud, la importancia que merece, ni más ni menos. No culpes al otro por hacerte sentir inferior, en su lugar pregúntate qué botón ha tocado en tu interior que necesitas reforzar. Puedes aprovechar esa experiencia para conocerte mejor y crecer. 

2. No le sigas el juego. La soberbia se alimenta de los elogios y la admiración. Por tanto, la actitud arrogante se combate eliminando el combustible que le permite crecer. Eso significa que no debes dejarte impresionar por sus supuestos logros y capacidades. También significa que no debes permitir que te haga sentir poca cosa. Para tratar con una persona arrogante debemos ser conscientes de que todos somos diferentes, tenemos distintas capacidades y debilidades. Y eso no nos hace mejores ni peores que los demás. 

 

3. Defiende tu postura. Es importante saber qué batallas merece la pena luchar y cuáles solo nos reportarán un malestar innecesario. Cuando valga la pena, mantente firme en tu postura. Si ves que no es posible mantener una discusión civilizada, puedes zanjar el tema diciendo que respetas su postura, pero no la compartes. 

4. Haz que se mire al espejo. Si las palabras o actitudes de la persona arrogante te han dañado, no tengas miedo en colocarla delante de un espejo, en el sentido figurado. Explícale lo que piensas de su actitud y los efectos que ha tenido sobre ti. No se trata de asumir un tono recriminatorio y acusativo sino de expresar tu opinión y sentimientos, de manera que esa persona pueda darse cuenta del daño que causa con su actitud arrogante. 

 

5. Ríete. El sentido del humor es una excelente coraza contra las personas que, de manera consciente o inconsciente, quieren hacernos daño. Por tanto, usa el sentido del humor como un arma a tu favor para proteger tu integridad psicológica. Encontrarle el lado absurdo a los comentarios y actitudes de las personas prepotentes te ayudará a no sentirte intimidado. 


jueves, 24 de enero de 2019

EL EGO DESMESURADO IMPIDE CRECER EL DESARROLLO PERSONAL


Psicología /desarrollo personal 
EL EGO DESMESURADO IMPIDE CRECER EL DESARROLLO PERSONAL

 
Hay gente inteligente y sensible que, aunque tiene más conocimientos y recursos, no deja en evidencia a los demás, sino que maneja bien los tiempos y protocolos para que los otros no se sientan incómodos. Y también hay personas sabelotodo que adoptan una actitud arrogante, que presumen de saberlo todo y, por tanto, opinan de todo, en cualquier momento o lugar, rayando en la insolencia, por lo que a menudo terminan ofendiendo, hartando o desesperando a quienes le escuchan. 

Psicólogos de la Universidad de Michigan analizaron esta actitud para determinar si las personas sabelotodo realmente conocen más que los demás y si esa creencia de superioridad les permitía aplicar mejores estrategias de aprendizaje que les permitan profundizar en los conocimientos. En otras palabras, querían saber si esa prepotencia intelectual nacía del conocimiento y les reportaba algún beneficio. 

Descubrieron que las personas sabelotodo, incluso cuanto no entendían algo, afirmaban saber más que los demás y que se empeñaban en buscar información para confirmar su visión parcial mientras ignoraban los datos que les hacían parecer menos inteligentes. En otras palabras, esa actitud arrogante intelectualmente no proviene del conocimiento sino más bien de su ausencia. 

 

Mientras menos sepamos, más nos aferraremos a nuestras creencias 

En la investigación, los participantes debían rellenar una serie de cuestionarios para demostrar su conocimiento sobre política, pero los psicólogos insertaron algunas trampas: términos inventados. Curiosamente, las personas sabelotodo seleccionaban más términos falsos e insistían en que los conocían. Al contrario, las personas que demostraban un conocimiento más sólido solían asumir una actitud más humilde y a veces incluso subestimaban su conocimiento. 

 

Esto recuerda las palabras del filósofo británico Betrand Russell: “El mayor problema del mundo se debe a que los ignorantes y los fanáticos están demasiado seguros de sí mismos y las personas inteligentes están llenas de dudas”. En la Psicología, esto se conoce como efecto Dunning-Kruger. 

 

En otra fase de la investigación, algunos participantes leyeron un artículo sobre un tema controvertido que concordaba con su punto de vista y otro grupo leyó un ensayo que difería con sus ideas. 

 

Una persona inteligente, cuando encuentra información que contradice sus puntos de vista, debería buscar un punto de equilibrio y reflexionar sobre sus creencias poniendo en marcha un pensamiento crítico. Sin embargo, los psicólogos descubrieron que los sabelotodos solían elegir los datos que respaldaban sus creencias e ignoraban aquellos que las contradecían. 

 

Obviamente, esa forma de afrontar la realidad alimenta su sentido de superioridad intelectual, además de hacerles perder oportunidades para ampliar su conocimiento integrando otros puntos de vista. En otras palabras, las personas sabelotodo se han encerrado en su sistema de conocimientos y creencias, que asumen como una verdad absoluta, y se niegan a valorar otras ideas que no coincidan con las suyas. 

 

Un “yo” maduro se equivoca, lo reconoce y cambia 

 

Hasta cierto punto, todos tenemos la tendencia a rehuir los argumentos que refutan nuestras creencias porque nuestro cerebro odia la disonancia cognitiva. No cabe duda de que validar nuestras creencias sienta bien mientras que verlas desafiadas genera incomodidad, sobre todo cuando se trata de creencias importantes o muy arraigadas. 

 

Sin embargo, una persona inteligente se mantiene abierta a nuevas oportunidades y si se equivoca, reconoce su error porque es consciente que para crecer y avanzar es necesario dejar atrás muchas certezas. Las personas sabelotodo, al contrario, caen en su propia trampa: al basar su autoestima en sus “amplios conocimientos”, cuando estos son puestos en entredicho, se sienten inferiores, entran en crisis y necesitan desesperadamente validar esos conocimientos para volver a sentirse importantes. 

 

El problema de las personas sabelotodo es que, en el fondo, esa estrategia de intimidación intelectual es una máscara para esconder una profunda inseguridad personal. Para reconocer nuestros errores y cambiar nuestras creencias se necesita un “yo” maduro y seguro de sí mismo, que no tenga miedo a la actualización constante y a dejar atrás las certezas para abrirse a la incertidumbre. 

 

La solución para las personas sabelotodo radica en romper ese círculo vicioso. Comprender que aferrarse a ciertas creencias en realidad les impide seguir explorando, descubriendo y aprendiendo. Es un paso difícil, pero no imposible. 


miércoles, 23 de enero de 2019

¡5 TÉCNICAS EFICACES PARA SEGUIR ADELANTE!

Psicología /desarrollo personal                                                                               
 ¡5 TÉCNICAS EFICACES PARA SEGUIR ADELANTE!

Hay ocasiones en la vida en las que nos sentimos estancados. Puede tratarse de un proyecto creativo en el que estamos trabajando, una relación de pareja que ya no funciona, unas deudas que han dejado de tener sentido o incluso podemos sentirnos estancados en nuestro Desarrollo Personal

La emoción inicial que nos inspiraba ha desaparecido. Su lugar ha sido ocupado por la confusión, el abatimiento y el desgano. Nos sentimos abrumados y atrapados, una sensación terrible que genera a su vez angustia, inseguridad, agobio y desesperanza. ¿Qué hacer en esos casos?

¿Cómo encontrar la fuerza que necesitas para seguir adelante?

1. Da un paso atrás 

Puede parecer un contrasentido, pero cuando necesitas fuerza para seguir adelante a veces hay que dar un paso atrás. Al asumir una distancia psicológica de la situación podemos aplicar la máxima de Einstein: "Ningún problema se puede resolver desde el mismo nivel de conciencia que lo creó". 

La idea es que generes un nivel de pensamiento diferente que te permita evaluar tu situación actual desde otro punto de vista, a ser posible desapegado, que te ayude a ver las cosas en perspectiva y con más objetividad. 

Esta técnica de visualización te ayudará a comprender la importancia de dar un paso atrás: “Imagina que estás perdido en el bosque. Podrías seguir avanzando, buscando la salida. Podrías entrar en pánico y caminar en círculos. Podrías regresar por donde viniste. También podrías simplemente quedarte donde estás con la esperanza de que llegue pronto la ayuda. 

Imagina, en cambio, que puedes detenerte, respirar profundamente y alejarte de tu situación. Imagina que puedes volar por encima de todo como si estuvieras en un helicóptero y mirarte a ti mismo entre los árboles. ¿Qué verías al cambiar la perspectiva? Una ruta diferente que antes no podías divisar”. 

Otra forma para "alejarte" consiste en analizar la situación en que te encuentras como si fueras un observador neutral. Imagina que eres otra persona. ¿Qué ideas o consejos te darías a ti mismo? 

2. Sé específico 

Es difícil avanzar si no entiendas por qué estás atascado. Si intentas seguir, es probable que des palos de ciego y te hagas daño. La clave radica en ser específico e identificar qué está sucediendo realmente. Debes poner en palabras lo que ocurre, para poder comprenderlo y superarlo. Después de todo, un problema bien definido puede contener su propia solución. 

Si quieres encontrar un camino, el primer paso es entender cuál es el problema subyacente, lo que te mantiene atrapado. Cuando se profundiza un poco más en el problema, desafío o bloqueo, las soluciones suelen aparecer. 

Por ejemplo, existe una gran diferencia entre el pensamiento: “Me siento estancado” y “Me siento estancado porque me abruman tantos detalles” o “Me siento estancado porque me preocupa lo que los demás pensarán sobre mí”. 

Hazte preguntas como: “¿Qué se interpone en el camino?” Cuando encuentres una respuesta, sigue preguntándote: “¿Qué más se interpone en mi camino?” Hasta que llegues al problema real.  Ten en cuenta que generalmente las primeras respuestas no son las más profundas, tendrás que excavar para hallar la verdadera causa.

Una buena idea consiste en llevar un diario terapéutico. A veces es más fácil escribir los problemas porque asumes una actitud más distante que te permite expresar lo que te preocupa sin tu autocensura. 

3. Encuentra tu "por qué" 

A veces puedes sentirte estancado porque has perdido de vista el panorama general y, lo que es importante, has olvidado tu “por qué”, la razón por la cual te involucraste en ese viaje y tomaste esas decisiones. En muchas ocasiones los grandes proyectos demandan mucho trabajo duro, y es normal que todas esas tareas y hábitos hagan que pierdas la perspectiva.

En ese caso, es necesario que te recuerdes por qué comenzaste, qué motivos o pasiones te han llevado hasta ese punto. ¿Cuáles eran los objetivos que querías alcanzar en tu vida? ¿Por qué quieres lograr eso que te has propuesto? 

Cuando activas tu intención y propósito original, recuperas la motivación intrínseca para seguir adelante. Conectarte a esa razón más profunda te mantendrá en movimiento y te permitirá sortear los obstáculos y afrontar los tiempos difíciles. 

Pregúntate: ¿Por qué es esto importante para mí?, ¿Por qué empecé esto? ¿Qué estoy intentando lograr? Leer estas frases de motivación para seguir adelante también te ayudará a encontrar la fuerza que necesitas.

4. Suelta lo que no funciona 

¿Alguna vez has caminado por el barro, se te ha atascado la bota y se te ha salido el pie? Cuando te pasa algo así, generalmente tienes dos opciones: volver a ponerte la bota y seguir avanzando con dificultad, repitiendo la frustración mientras te atascas continuamente, o puedes quitarte la bota y seguir adelante. 

Lo mismo ocurre en la vida. Cuando nos atascamos, a menudo preferimos quedarnos con los pies en el barro con tal de no abandonar nuestras botas. Seguimos repitiendo lo que no funciona. La bota representa esas creencias limitantes, viejos hábitos o historias que estamos reviviendo. 

 

Por eso, a veces para seguir adelante debemos practicar el desapego, soltar aquello que se ha convertido en un lastre para poder despegar. A veces tenemos que deshacernos de nuestro equipaje emocional porque algunas de las cosas a las que nos apegamos son precisamente las que nos mantienen atrapados y nos impiden volar. 

Debemos recordar que en la vida hay cosas mutuamente excluyentes. Eso significa que no podemos tenerlo todo sino que debemos renunciar a algunas cosas. Pregúntate: ¿Qué te está frenando? ¿Un viejo hábito, una creencia limitante, una emoción o un pensamiento recurrente negativo? ¿Qué necesitas para desapegarte? 

 

5. Haz un brainstorming de opciones 

A veces puedes sentirte estancado porque no ves ninguna salida a tu situación actual, sientes que no tienes ninguna opción. Te resulta imposible ver la luz al final del túnel. En esos casos, al generar generar ideas y posibilidades, expandes tu mente y abres tu pensamiento para encontrar una nueva solución. Cuando logras ver opciones potenciales dejarás de sentirte atrapado y te sentirás más animado. 

Ni siquiera tienes que tomar una decisión, se trata de dejar que la mente creativa se expanda y vea todas las posibilidades que existen. Es posible que te hayas sumergido demasiado buscando lo "correcto" y hayas eliminado todo lo que no te parecía perfecto. Sin embargo, la búsqueda de la perfección puede generar una cantidad enorme de estrés e incluso crea una parálisis por análisis

La realidad es que no hay un único camino. Hay muchas posibilidades que podrían funcionar para la situación en la que te encuentras, solo tienes que abrir la mente. Por tanto, haz una lista de todas las soluciones posibles, aunque te parezcan poco realistas o incluso tontas. 

Si no estás contento con tu relación, ¿qué puedes hacer? Probablemente hay muchas más opciones de las que has considerado. ¿Cuáles son? Cuanto más deje volar tu imaginación, mejor. Luego, activa la mente racional y analiza con detenimiento todas esas soluciones. ¿Hay ideas que merece la pena explorar? 


Entonces y solo entonces puedes identificar el camino a seguir.

jueves, 17 de enero de 2019

PREJUICIO DE PUNTO CIEGO, O POR QUÉ LOS DEMAS SE CREEN MEJORES QUE TÚ


Psicología/INTELIGENCIA Y CREATIVIDADPREJUICIO DE PUNTO CIEGO, O POR QUÉ  LOS DEMAS SE CREEN MEJORES QUE TÚ
“Seis sabios hindúes, muy dados al estudio, querían saber qué era un elefante. Dado que eran ciegos, decidieron descubrirlo mediante el tacto. El primero en llegar junto al elefante, chocó con su ancho y duro lomo y dijo: 'Ya veo, es como una pared'. 
El segundo, palpando el colmillo, gritó: 'Es tan agudo, redondo y liso, que el elefante es como una lanza'. 
El tercero tocó la trompa retorcida y gritó asustado: 'El elefante es como una serpiente'. 
El cuarto extendió su mano hasta la rodilla, palpó y dijo: 'Es evidente, el elefante, es como un árbol'. 
El quinto, que casualmente tocó una oreja, exclamó: 'Incluso el más ciego de los hombres se daría cuenta de que el elefante es como un abanico'. 
El sexto, quien tocó la oscilante cola acotó: 'El elefante es muy parecido a una soga'. 
Y así, los sabios discutieron largo y tendido, cada uno mostrándose excesivamente terco y violento en su opinión. Aunque parcialmente en lo cierto, todos también estaban equivocados”. 
La parábola de los seis sabios ciegos y el elefante, atribuida a Rumi, sufí persa del siglo XIII, muestra a la perfección nuestra tendencia a sobrestimar lo que sabemos y nuestra férrea obstinación a aferrarnos a nuestras opiniones y creencias haciendo caso omiso de todo aquello que las ponga en entredicho. En Psicología, eso se denomina “prejuicio de punto ciego”. 
¿Qué es el prejuicio de punto ciego? 
El prejuicio de punto ciego, un concepto propuesto por la psicóloga de la Universidad de Princeton Emily Pronin, hace referencia a nuestra incapacidad para darnos cuenta de nuestros prejuicios cognitivos y nuestra tendencia a pensar que somos menos sesgados que los demás. Pensamos que vemos las cosas de manera más objetiva y racional, como son “en realidad”, mientras que los demás tienen un juicio sesgado. 
En general, creemos que somos mejores o más correctos que los demás. Pensamos que estamos por encima de la media en lo que respecta a las cualidades positivas que más valoramos. Por ejemplo, si tenemos en gran estima la sinceridad o la justicia, creeremos que somos más sinceros y justos que la mayoría de las personas.

De esta manera nos convencemos de nuestra rectitud moral y de la veracidad de nuestras ideas, creyendo que nuestras experiencias y circunstancias de vida “únicas” nos han brindado una perspectiva más amplia, rica y sabia que la que han desarrollado las personas con quienes nos relacionamos a diario o vemos en la televisión.

La ciencia ha comprobado la existencia del prejuicio de punto ciego. Un estudio realizado en la Universidad de Stanford reveló que la mayoría de las personas (exactamente un 87%) consideran que son mejores que la media. El 63% piensan que el autorretrato que tienen de sí mismos es objetivo y fiable, por lo que no reconocen la existencia de sesgos, y un 13% incluso afirma ser muy modestos al describirse. 
Estos psicólogos descubrieron que solo el 24% de las personas, cuando se les señala la existencia del prejuicio de punto ciego, son capaces de reconocer que quizá su autoconcepto podría estar mediatizado por algún sesgo cognitivo.  
¿Por qué creemos que somos más racionales y objetivos que los otros? 
La idea de que percibimos la realidad sin distorsiones surge, al menos en parte, del hecho de que no analizamos nuestros procesos cognitivos y motivacionales; es decir, no hacemos examen de conciencia. En cambio, para darnos cuenta de nuestros prejuicios y limitaciones necesitamos realizar un ejercicio de instrospección e inferir que, al igual que todos, no somos inmunes a los sesgos cognitivos. 
Sin embargo, apenas surge una discrepancia entre lo que otra persona piensa o percibe y lo que nosotros pensamos o percibimos, asumimos que tenemos la razón e inferimos que los demás son menos objetivos y racionales. Así también evitamos la aparición de una disonancia cognitiva, la cual nos obligaría a realizar un profundo trabajo interior para cambiar algunas de nuestras ideas, percepciones o creencias. 
De hecho, los psicólogos concluyen que “los factores cognitivos y motivacionales se refuerzan mutuamente para producir la ilusión de que uno es menos sesgado que los demás”. O sea, nos autoengañamos para pensar que somos más racionales y objetivos.

Ese autoengaño también nos permite evaluarnos bajo una luz más favorecedora que apuntala nuestra autoestima. En otras palabras, queremos pensar bien de nosotros mismos, para evitar el arduo trabajo que implica cambiar, de manera que nos engañamos pensando que son los demás quienes se engañan.
Un "yo" que fagocita lo diferente se condena al inmovilismo
El problema de no reconocer que somos víctimas del prejuicio de punto ciego es que terminaremos viviendo en un mundo cada vez más alejado de la realidad. Alimentar nuestra visión del mundo únicamente con nuestras creencias y a través de nuestras percepciones, excluye todo lo diferente porque pensamos que no tiene valor.
Así terminaremos creando una zona de confort cada vez más pequeña en la que solo permitimos el acceso a lo que nos resulta cómodo o lo que está en sintonía con nuestra manera de pensar. Ese mecanismo de exclusión nos impide crecer porque rompe cualquier puente con lo diferente, que es justo lo que necesitamos para ampliar nuestros horizontes.

"La expulsión de lo distinto y el infierno de lo igual ponen en marcha un proceso de autodestrucción [...] Nos enredan en un inacabable bucle del "yo" y, en última instancia, nos conducen a una autopropaganda que nos adoctrina con nuestras propias nociones", advirtió el filsofo Byung-Chul Han.
¿Cómo escapar, o al menos reconocer, el prejuicio de punto ciego? 
Los sesgos cognitivos y motivacionales son un producto inevitable de la forma en que vemos y entendemos el mundo que nos rodea. Acusar de imparcialidad a los demás, negando a la vez nuestra propia imparcialidad, conduce a malentendidos, genera desconfianza y causa una escalada en el conflicto, de manera que es imposible encontrar un punto común para llegar a un acuerdo. 
Debemos partir de la idea de que no vemos las cosas como son sino como somos. Eso significa que, como personas, somos tan sesgados como los demás porque no podemos deshacernos de nuestro “yo” al relacionarnos con el mundo. Tenemos que asumir que muchas veces nuestra visión de los hechos es tan parcial como la de los sabios ciegos de la historia.

Asumir nuestra parcialidad es difícil en un mundo que aboga por la imparcialidad y la objetividad, sin darse cuenta de que ambos conceptos son una ilusión producto del racionalismo. Somos seres subjetivos, y no hay nada de malo en ello, siempre que tengamos la suficiente flexibilidad cognitiva para enriquecer nuestro mundo con la subjetividad de los demás. El encuentro de dos o más subjetividades es lo que nos acerca a la objetividad.
Para lograrlo, una dosis de humildad intelectual no nos vendría mal para darnos cuenta de que nadie es mejor ni peor, tan solo somos sesgados en diferentes aspectos de la vida. Adoptar esta actitud nos permitirá crecer como personas, ser más tolerantes y, con un poco de suerte, hacer del mundo un lugar mejor o, al menos, un mundo donde las diferencias tengan cabida como expresión de autenticidad y singularidad.
Fuentes:
Room, C. (2016) Everyone Thinks They’re More Moral Than Everyone Else. En:
The Cut.
Scopelliti, I. et. Al. (2015) Bias blind spot: Structure, measurement, and consequences. Management Science; 61(10): 2468-2486.