martes, 12 de marzo de 2019

CUANDO ABIRRIDO Y NO SEPAS QUÉ HACER, PREPÁRATE UNA TAZA DE TÉ


Psicología/ CURIOSIDADES                                                                               
CUANDO ABIRRIDO Y NO SEPAS QUÉ HACER, PREPÁRATE UNA TAZA DE TÉ

 
Hay ocasiones en que perdemos la brújula. Nos sentimos desorientados y no sabemos qué dirección tomar. Esos momentos son peligrosos porque nos asalta el estrés, el cual nos lleva a tomar decisiones precipitadas de las que después podríamos arrepentirnos. Hay una “solución” sencilla: cuando no sepas qué hacer, prepárate un té. 

Tanto en en Irlanda como en gran parte del Reino Unido, la gente se prepara té cuando necesita hacer una pausa. En los países asiáticos, el té ha sido elevado a bebida de culto. Su ceremonial para preparar y servir el té implica un alto en la vida cotidiana para disciplinar la mente y calmar el corazón. Tantas personas durante tantos siglos no pueden estar equivocadas, así que podemos incluir este ritual en nuestra vida para buscar la serenidad que necesitamos para tomar mejores decisiones. 

Un té caliente alivia las penas y genera confort psicológico 

El té caliente tiene efectos insospechados sobre nuestro comportamiento y estado de ánimo. Lo confirma la ciencia. Un estudio realizado en la Universidad de Yale descubrió que el simple hecho de sostener una taza con una bebida caliente en las manos nos vuelve más generosos y abiertos, algo que no ocurre cuando sostenemos una taza fría. También nos hace ver a completos desconocidos como personas más cálidas, amables y extrovertidas. 

La clave radica en la asociación inconsciente que realizamos entre el calor físico y el emocional. En práctica, el calor de una taza de té nos hace sentir más a gusto, y eso derriba nuestras barreras psicológicas, lo cual nos acerca a los demás. 

Por otra parte, el propio ritual del té genera confort psicológico. Un estudio realizado en la Universidad de Harvard comprobó que los rituales que emprendemos tras experimentar una pérdida nos ayudan a aliviar el dolor, mientras que aquellos que realizamos cuando nos sentimos estresados nos ayudan a reducir la ansiedad y consolidar la autoconfianza. 

Seguir un ritual para preparar y servir el té también nos permite adoptar una actitud mindfulness que nos aleja de los problemas que nos preocupan. Así podremos asumir una distancia psicológica que nos ayude a ver la situación desde otra perspectiva. 

De hecho, la ceremonia del té en los países asiáticos representa un alto en la vida cotidiana para apreciar la belleza de lo simple, es un acto tan sencillo como extraordinario que se reviste de gran simbolismo. 

No es casual que la ceremonia del té japonesa, la más famosa en todo el mundo, haya bebido del budismo zen y se haya desarrollado como una práctica espiritual transformadora. Se trata de una ayuda a la meditación para aprender a valorar las cosas pequeñas de la vida y abrazar la tranquilidad, la sobriedad y el control. 

Por supuesto, prepararte un té no hará que los problemas desaparezcan por arte de magia, pero puede ayudarte a encontrar la paz interior que necesitas para afrontar la adversidad y tomar mejores decisiones. Es un alto en la vorágine de tus pensamientos para que puedas poner orden. Si aprendes a disfrutar de ese ritual, te ayudará a restarle una gran dosis de estrés a tu jornada. 


domingo, 10 de marzo de 2019

Psicología/Ansiedad LAVAR LOS PLATOS: UNA TÉCNICA ANTI-ESTRÉS MUY EFICAZ


Psicología/Ansiedad
LAVAR LOS PLATOS: UNA TÉCNICA ANTI-ESTRÉS MUY EFICAZ
El estrés es uno de los enemigos modernos. Y uno de los peores. De hecho, el estrés incrementa considerablemente los niveles de cortisol, una hormona que termina activando una respuesta inflamatoria en nuestro cuerpo. Si esa situación se mantiene a lo largo del tiempo, no solo corremos el riesgo de sufrir un ictus o un infarto, sino que también aumenta nuestra predisposición a desarrollar cáncer. Y es que el estrés no solo pasa una elevada factura psicológica, sino que también se cobra a nivel físico.
Siendo conscientes de los daños que provoca el estrés, es normal que en los últimos años cada vez más personas busquen técnicas antiestrés que les ayuden a lidiar con los conflictos y preocupaciones de la vida cotidiana. Sin embargo, lo curioso es que no es necesario pasar un curso rápido de psicología y ni siquiera debes abrazar el budismo, hay pequeñas acciones cotidianas que pueden convertirse en auténticas terapias de relajación. 
No es lo que haces sino cómo lo haces

Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Florida desveló que lavar los platos es una excelente técnica antiestrés. Estos psicólogos trabajaron con 51 personas. Antes de comenzar, a la mitad les leyeron un pasaje corto que hacía referencia a lavar los platos de forma mindfulness. A la otra mitad le leyeron simplemente un pasaje descriptivo sobre esta tarea.

El pasaje mindul se centraba en la importancia de estar plenamente presentes y concentrados en la tarea. Una parte explicaba: “Mientras lavamos los platos, solo deberíamos lavar los platos. Esto significa que durante la tarea deberíamos estar plenamente conscientes de lo que estamos haciendo. A primera vista puede parecer algo banal. ¿Por qué deberíamos concentrarnos tanto en una tarea tan sencilla? Esa es precisamente la clave.
“El simple hecho de estar ahí, de pie y lavando los platos, ya es algo maravilloso en sí mismo. Podemos aprovechar ese momento para ser nosotros mismos, ser conscientes de nuestra respiración, acciones y pensamientos. No vamos a ser rechazados, solo estamos plenamente presentes haciendo algo”.
Los investigadores encontraron que las personas que lavaron los platos estando plenamente presentes, concentrándose en la temperatura del agua, el olor del detergente y el tacto de los platos reportaron una disminución del estrés y el nerviosismo del 27%. Sin duda, se trata de un resultado nada desdeñable si tenemos en cuenta que solo han lavado los platos, una tarea banal que podemos hacer todos los días en casa.

Al contrario, el grupo que simplemente lavó los platos, de manera automática, no reportó ningún beneficio después de la tarea. 
El mindfulness en la vida cotidiana

En realidad, estos resultados no son extraños. El mindfulness es la experiencia de estar plenamente presentes, viviendo el aquí y el ahora, sin emitir juicios de valor, simplemente anotando lo que sucede, como si fuéramos observadores. Asumir esa actitud puede tener un efecto terapéutico y relajante por dos motivos fundamentales:

1. Nos desligamos de la necesidad de controlar, lo cual nos permite deshacernos de la tensión que provoca el deseo de controlar todo lo que sucede.
2. Dejamos que la mente se vacíe, por lo que ponemos a un lado las preocupaciones, que son nuestra principal fuente de estrés.
Por eso, las actividades cotidianas, como comer, caminar o incluso lavar los platos, si se hacen estando plenamente conscientes, pueden ser una técnica antiestrés muy eficaz. De hecho, he aquí 10 tareas que puedes hacer día a día para ser una persona mindful.

viernes, 8 de marzo de 2019

MIRAR EL MÓVIL CONSTANTEMENTE AFECTA A TU CEREBRO


 Psicología/Tecnología
MIRAR EL MÓVIL CONSTANTEMENTE AFECTA A TU CEREBRO


Los smartphones han llegado para quedarse. Tanto es así que en la actualidad la mayoría de las personas no concebirían su vida sin este artilugio. Sin embargo, el móvil no solo ha cambiado nuestra forma de comunicarnos sino que también ejerce una profunda influencia en como procesamos la información proveniente del medio e incluso puede afectar el funcionamiento de nuestro cerebro, aunque estos cambios se producen de manera tan gradual que casi nunca somos conscientes de ellos.

Obviamente, no se trata del móvil en sí sino del uso que hacemos de este, sobre todo cuando asumimos la costumbre de estar continuamente pendientes de los mensajes, correos y llamadas entrantes, interrumpiendo lo que estamos haciendo para responder a este flujo permanente de estímulos.
¿Cómo nos cambia estar continuamente pendientes del móvil?
1. Nuestro cerebro se vuelve adicto a la estimulación continua
El flujo constante de información que nos llega a través del móvil hace que nuestro cerebro se acostumbre a una estimulación continua. Por consiguiente, cuando estamos rodeados de paz y tranquilidad, sin el móvil al lado, comenzamos a experimentar una sensación parecida al síndrome de abstinencia. Nos sentimos nerviosos y porque nuestro cerebro echa en falta esos estímulos. Por eso, no es extraño que un estudio realizado en la Universidad de Isfahan haya encontrado que las personas que más usan el móvil también tienen una mayor tendencia a la adicción y al trastorno obsesivo-compulsivo. 
2. Nos volvemos intolerantes a la soledad
El móvil nos permite estar conectados en cualquier momento y en cualquier lugar, por lo que al final la soledad se convierte en una rara compañera que deseamos evitar a toda costa. Estamos tan pendientes de las redes sociales, los mensajes y el correo que prácticamente no pasamos tiempo con nosotros mismos. Como resultado, nos volvemos intolerantes a la soledad. Sin embargo, la soledad no es sinónimo de vacío emocional y no siempre es negativa, sino que es la base para promover la introspección y nos permite madurar como personas.
3. Nos convertimos en personas híper reactivas
Estar continuamente pendientes del móvil genera un estado permanente de alerta que termina causando irritabilidad. Si el cerebro se ve obligado a mantenerse siempre vigilante, redistribuirá sus recursos y comenzará a evaluar las situaciones a las que nos exponemos en términos simplistas, calificándolas simplemente como “peligrosas” o “seguras”. Como resultado, es normal que reaccionemos de manera exagerada ante ciertos estímulos, lo cual terminará provocando dificultades en nuestras relaciones interpersonales. De hecho, un estudio realizado en la Kent State Universito desveló que el uso frecuente del móvil está relacionado directamente con un aumento de la ansiedad y una menor satisfacción con la vida.
4. Dejamos de reflexionar
Si no nos quedamos a solas con nuestros pensamientos, no tenemos la oportunidad de reflexionar y valorar los pros y los contras de las decisiones. Como resultado, terminaremos actuando de manera irreflexiva y tomando decisiones de las cuales podríamos arrepentirnos. Obviamente, el hecho de tener siempre a mano una respuesta a través de Internet tampoco estimula la resolución de problemas. Hoy es más fácil buscar una respuesta online que intentar atar cabos sueltos, reflexionar y llegar a nuestras propias conclusiones. En práctica, desconectamos cada vez más la corteza prefrontal del cerebro, que es precisamente la encargada de ayudarnos a planificar, resolver problemas y tomar decisiones. Por tanto, cuando queramos ponerla a trabajar, quizá sea demasiado tarde.

5. Nos roba la energía que el cerebro necesita para recuperarse
Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Michigan analizó cómo las personas usan sus móviles después de la jornada laboral y encontró que la mayoría se mantenían atadas a este prácticamente hasta el momento de irse a la cama. Estos investigadores notaron que usar el móvil cuatro horas antes de dormir afecta considerablemente la calidad del sueño, dejándonos sin energía para el día siguiente. Esto se debe a que la luz azul que emiten estos dispositivos afecta nuestro ritmo circadiano, lo cual es especialmente peligroso si tenemos en cuenta que la falta de sueño afecta nuestro cerebro ya que durante ese momento se encarga de eliminar las sustancias de desecho de su metabolismo.
¿Cuál es la solución?
En realidad, no se trata de renegar el uso del móvil sino de limitar el tiempo que pasamos delante de esta pantalla. Más allá de esas limitadas pulgadas hay una vida intensa e interesante esperándonos, no tiene sentido reducir nuestro mundo a ese universo virtual. Recuerda que la vida no se mide por las respiraciones, sino por las veces que nos quedamos sin aliento.

jueves, 7 de marzo de 2019

BENEFICIOS DE DECIR LO QUE PIENSAS

Psicología /COMUNICACIÓN   
*10 BENEFICIOS DE DECIR LO QUE PIENSAS


Cuando en la vida dejamos demasiado espacio a lo “políticamente correcto”, corremos el riesgo de perdernos y crear relaciones frágiles en las que no llegamos a conectar desde nuestra esencia sino tan solo a través de los convencionalismos sociales. Las consecuencias son terribles, no solo para los demás sino sobre todo para nosotros mismos. Ya lo había dicho el filósofo Gabriel Marcel: “cuando uno no vive como piensa, acaba pensando cómo vive”. 

 Tampoco se trata de convertirnos en kamikazes de la verdad usando la sinceridad como excusa para herir a los demás y no trabajar en nuestra asertividad. Necesitamos encontrar un punto medio en el que podamos decir lo que pensamos de la mejor manera posible, por nuestro bien y el de nuestras relaciones. 

¿Cómo decir lo que pensamos nos convierte en mejores personas? 

 

1. Promueve la autenticidad. Tenemos un sexto sentido para la mentira y la falsedad. De la misma manera que notamos cuando una persona está fingiendo u ocultándonos algo, también nos percatamos cuando es sincera y auténtica. Ser coherentes, decir lo que pensamos y actuar en consecuencia, es una forma de autoexpresión que los demás suelen valorar positivamente pues genera confianza. La autenticidad también evita las disonancias cognitivas y los conflictos interiores, dejándonos más energía para crecer como personas en la dirección adecuada. 

2. Demuestra que estamos comprometidos. Cuando una persona no se encuentra dentro de nuestro círculo más íntimo, solemos activar el personaje social que hemos construido. Ese personaje no nos ayuda precisamente a consolidar un vínculo, sino que se encarga de mantener una relación distante y políticamente correcta. Al contrario, decir lo que pensamos en muchos casos puede ser una manera para demostrar a alguien que nos importa lo suficiente como para dejar caer esa máscara social y “desnudarnos” psicológicamente. Si la otra persona vale la pena, apreciará ese gesto. 

 3. Fortalece los vínculos. Cuando las personas se relacionan desde la autenticidad y el respeto mutuo, la relación se fortalece. Si sabemos que el otro es honesto y nos dirá lo que piensa, confiaremos en él y bajaremos nuestras barreras. Ese tipo de confianza fortalece la relación, una relación que va más allá de los convencionalismos porque significa que ambos han conectado desde lo más profundo del “yo”, han abierto un pequeño resquicio de sí para que el otro pueda explorar y conocerle

4. Es signo de madurez. A menudo se necesita más coraje para decir lo que pensamos que para mentir. Si además sabemos expresar nuestras opiniones y emociones con tacto y de manera asertiva, es una gran muestra de madurez. La honestidad que no hiere es una especie de “súperpoder” que puede convertirnos en personas especiales, el tipo de personas que los demás quieren a su lado. 

 5. Elimina la basura emocional. Ocultar nuestros sentimientos nos lleva a acumular una gran cantidad de “basura emocional”. Esas emociones reprimidas pueden terminar haciéndonos explotar de la peor manera, cualquier situación puede convertirse en la gota que colme el vaso. Al contrario, decir las cosas cuando las sentimos nos ayuda a liberarnos de esas emociones negativas, para no acumular rabia o rencor hacia los demás. 

 6. Nos libera de la carga cognitiva. Inventarse historias y contar mentiras añade una enorme carga cognitiva porque nos veremos obligados a recordar esa realidad alternativa. A la larga, ello nos pasará una factura psicológica en términos de tensión y estrés. Sin embargo, al decir de Mark Twain: “si dices la verdad no tienes que recordar nada”. Ser coherentes y honestos nos liberará de esa carga, evitando que tengamos que recordar las mentiras o que tengamos que representar al “personaje” que hemos construido pero que no se corresponde con nuestro “yo”. Decir lo que pensamos es liberador. 

7. Evita problemas a largo plazo. Las cuentas claras conservan amistades, dice un refrán popular. Decir lo que pensamos, de manera que los demás tengan claro cuáles son nuestras líneas rojas, nos ayudará a evitar problemas provocados por malentendidos. Al contrario, ser demasiado permisivos cuando algo nos molesta o contar mentiras puede generar grandes problemas en nuestras relaciones y nuestra vida. 

8. Promueve la autoaceptación. “Si no puedes decir la verdad sobre ti mismo, no puedes decirla sobre otras personas”, dijo Virginia Woolf. Para ser coherentes, es necesario partir de un nivel de autoconocimiento profundo. Debemos tener claras nuestras ideas y valores, así como nuestras emociones. Solo podemos ser coherentes y auténticos cuando nos conocemos lo suficiente y nos aceptamos. También es fundamental ser conscientes de que nuestra opinión no es una verdad, de manera que no desarrollemos una actitud prepotente y autoritaria que, en vez de acércanos a los demás, nos aleje.
9. Ganamos autoconfianza. Muchas veces mentimos porque, en nuestro cálculo mental, la mentira es más conveniente que la verdad. A veces tenemos miedo de lo que los demás puedan pensar de nosotros si nos expresamos de manera auténtica y, para preservar esa imagen que hemos construido, optamos por el camino más sencillo. Abrazar la honestidad, al contrario, nos ayudará a perder el miedo a lo que piensen los demás y reforzar nuestra autoconfianza. 

 10. Atrae más honestidad. Decir lo que pensamos a menudo tiene un “efecto replicativo” porque anima a quienes nos rodean a decir lo que piensan. Debemos recordar que muchas personas reaccionan mirándose en el espejo que les mostramos, por lo que, si nos relacionamos desde la mentira y los convencionalismos, tenderán a hacer lo mismo. Al contrario, si somos honestos tendremos más probabilidades de que los demás se sientan lo suficientemente cómodos como para decirnos lo que piensan. Después de todo, “puede que ser honestos no nos consiga muchos amigos, pero siempre nos conseguirá los correctos”, según John Lennon.

miércoles, 6 de marzo de 2019

EFECTO OVEJA NEGRA: SER LA OVEJA NEGRA NO ES MALO, SOLO DIFERENTE


Psicología Social
EFECTO OVEJA NEGRA: SER LA OVEJA NEGRA NO ES MALO, SOLO DIFERENTE
Muchas veces ser la “oveja negra” es lo mejor

Toda familia tiene una oveja negra. Es esa persona que no ha seguido con la tradición familiar, que no comparte los mismos gustos e intereses y, sobre todo, que se atreve a defender su identidad. Sobre esa persona a menudo los demás proyectan sus culpas hasta convertirle en el “chivo expiatorio”. 
Obviamente, ser la oveja negra no es una sensación agradable, sobre todo porque este término tiene una acepción bastante negativa. En el momento en que decidimos que lo que define y satisface a los demás, no nos define ni satisface a nosotros, comienzan a mirarnos con preocupación porque hemos cruzado una frontera que no se podía traspasar.
Efecto Oveja Negra: ¿Por qué quienes más te quieren son quienes más te critican?
Para comprender por qué la familia y los grupos más íntimos crean a una oveja negra, es necesario adentrarse en la Teoría de la Identidad Social propuesta por Henri Tajfel, un psicólogo social de origen polaco. Esta teoría nos da algunas pistas importantes para comprender el fenómeno de la discriminación dentro del grupo. De hecho, debemos comprender que, por muy diferentes que sean, todos los grupos y sus integrantes tienen algunos puntos en común:
- Los grupos se enfocan en las características negativas de otros grupos. Cuando los grupos emiten juicios sobre otros grupos, normalmente estos son negativos porque intentan influir sobre las opiniones de sus miembros, de manera que estos perciban que su grupo es mejor. Se trata de un sesgo cognitivo en el que todos hemos caído. Por eso solemos decir, por ejemplo, que nuestro equipo de fútbol es el mejor o que nuestra familia es la más feliz, aunque sepamos que no es así.

- El grupo ejerce una gran presión sobre sus integrantes. Dentro de los grupos existe un alto nivel de exigencia sobre cada uno de los integrantes, una presión que persigue el objetivo de mantener la cohesión y que no se rompa la armonía interna. Por eso, un padre puede mostrarse muy permisivo con los hijos del vecino, pero ser muy estricto con los propios.
El Efecto Oveja Negra se refiere precisamente a esa presión y crítica que se ejerce sobre los miembros del grupo. De hecho, es la tendencia de un grupo a evaluar a uno de sus miembros de forma más severa, maximizando sus errores y aplicando castigos más ejemplares.

Uno de los estudios clásicos en la historia de la Psicología, llevado a cabo en el año 1988, nos muestra claramente cómo se pone de manifiesto este fenómeno. Estos psicólogos analizaron la ejemplaridad de los miembros del grupo, uno de los factores que determina el comportamiento de las personas en el grupo para diferenciarse del resto y que se encuentra en la base del Efecto Oveja Negra.
En el experimento “enfrentaron” a un grupo de estudiantes de Filosofía con estudiantes de Derecho. Los miembros de cada grupo debían escuchar una serie de discursos grabados, algunos eran muy buenos y otros muy malos. En cada sesión se le informaba al participante si el discurso era de un estudiante de Derecho o de Filosofía. Los psicólogos también incluyeron un grupo de estudiantes que no pertenecían a ninguna carrera en específico y a los que no se les decía qué carrera estaba estudiando la persona que daba el discurso.
Así se apreció que cuando los estudiantes debían juzgar el discurso de un miembro de su grupo (una persona que estudiaba su misma carrera), emitían juicios más extremos. En práctica, si un estudiante de Derecho escuchaba un discurso malo de un estudiante de su misma carrera, lo calificaba como peor, en comparación con la calificación que daban los estudiantes de Filosofía, y viceversa.
Ese mismo efecto se aprecia, por ejemplo, en los fans de un equipo deportivo. Cuando su equipo juega mal, son los primeros que se lamentan y califican la actuación como lamentable, emitiendo juicios desfavorables más extremos. Eso mismo ocurre en el seno de una familia o en un grupo de amigos.
En práctica, el grupo debe asegurarse de que sus miembros no solo se mantienen unidos, sino que también siguen las normas que los identifican y que, obviamente, les hace ser “mejores” que los demás. Por eso, cualquier desviación de la norma es una señal de alarma que amerita un escarmiento. 
El Efecto Oveja Negra tiene tres funciones fundamentales:
1. Preservar la identidad positiva del grupo, asegurándose de que sus miembros cumplen las normas.
2. Mostrar al resto de los miembros qué sucede cuando no se cumplen las normas.

3. Distraer la atención de los miembros del grupo de otros problemas mucho más peligrosos, que pueden afectar profundamente la identidad grupal.
Detrás de cada oveja negra, se esconde el miedo de las ovejas blancas
Detrás del calificativo de “oveja negra” en realidad se suele esconder un gran miedo.
- Miedo a perder el control sobre uno de los miembros. La familia o el grupo teme perder el control sobre uno de los miembros, cuyo rol es fundamental para mantener el equilibrio, muchas veces precario.
- Miedo a que se dañe la identidad positiva. El grupo no es simplemente la suma de cada uno de sus integrantes, sino que tiene una identidad, en la cual se ven reflejados sus miembros. Cada persona desea, consciente o inconscientemente, que su grupo tenga una identidad positiva porque eso alimenta su autoestima. Por eso, cuando uno de sus integrantes no cumple con las normas, se percibe como una amenaza ya que la identidad positiva que el grupo ha construido se tambalea. 
- Miedo a que salgan a flote otros problemas. En muchos casos, tildar a uno de los miembros del grupo como la oveja negra implica convertirlo en el chivo expiatorio. De hecho, esa oveja negra puede ser la fuerza que mantenga unido al grupo ya que distrae la atención de otros problemas y tensiones mucho más profundos que ponen en tela de juicio la identidad positiva del grupo. 
- Miedo provocado por antiguos traumas. En otros casos, el miedo surge del reflejo; es decir, las personas del grupo ven en la oveja negra deseos, comportamientos, actitudes o aspiraciones que ellos mismos tuvieron que reprimir en otro momento, para someterse al control del grupo. Ver esos comportamientos es como revivir un antiguo trauma, lo cual genera instintivamente una reacción defensiva.
En cualquier caso, y sea cual sea el origen del problema, debes ser consciente de que no nacemos siendo ovejas negras. Es tu entorno social quien te califica como tal cuando no cumples con determinadas normas o expectativas. Por tanto, reaccionar ante esa etiqueta es un acto de valentía.

Pertenecer a un “rebaño” no da la felicidad: Atrévete a buscar tu camino
Cuando una persona asume que es la oveja negra de la familia, puede hundirse y aceptar pasivamente ese rol. De hecho, muchos aceptan esa etiqueta y desempeñan el papel que les ha asignado el grupo, lo cual suele significar someterse a las burlas, el desprecio y las críticas constantes sin rebelarse. 
Sin embargo, cuando te catalogan como la oveja negra, también tienes otra opción: reaccionar. No tienes por qué aceptar un rol en el que todos se lavan las manos y se sienten cómodos y el único perjudicado eres tú. No se trata de emprender una cruzada personal, tan solo de hacer valer tu derecho a ser como quieres ser y vivir la vida que deseas.

De hecho, hay veces que ser catalogado como la oveja negra de la familia puede ser lo mejor que te pueda pasar. Pregúntate si pertenecer a ese rebaño de ovejas blancas realmente te hace feliz. Si no es así, quizás ha llegado el momento de asumir una distancia emocional. Para lograr ese distanciamiento tendrás que ir despojándote de diferentes capas que se han ido creando a tu alrededor durante todos estos años. Básicamente, ese proceso de liberación consta de tres pasos:
1. Ser consciente de tu individualidad. No tienes la obligación de ser como tus padres o hermanos. No tienes que pensar como ellos ni estar de acuerdo con sus opiniones o desear las mismas cosas. No tienes que actuar siguiendo sus normas ni hacer lo que los demás esperan que hagas. Tienes derecho a ser tu mismo y perseguir tus sueños.

2. Sentirte a gusto contigo mismo. Las ovejas negras a menudo creen que son malas, que no merecen respeto o amor, simplemente porque son diferentes. Este mensaje, a fuerza de repetirlo, puede haber calado muy hondo en tu interior, sobre todo porque te lo han dicho las personas que, supuestamente, quieren lo mejor para ti. Por eso, es fundamental que te sientas bien siendo quien eres, con tus valores, formas de ver la vida y decisiones. Sé tú mismo y no te avergüences de ello, al contrario, siéntete orgulloso.
3. Aceptar a los demás. Cuando la oveja negra logra finalmente deshacerse del influjo negativo de quienes le rodean y se da cuenta de que no hay nada malo en sí, a menudo siente rencor hacia quienes le hicieron sentir mal durante tantos años. Sin embargo, si realmente quieres quitarte esa etiqueta y liberarte de la presión que ejerce ese grupo, el último paso consiste en perdonar a esas personas y aceptarlas tal como son. 

lunes, 4 de marzo de 2019

LAS MENTIRAS DE LAS REDES SOCIALES

Desarrollo Personal Tecnología

CONECTADOS PERO SOLOS: LAS  MENTIRAS DE LAS REDES SOCIALES

En los últimos tiempos el número de redes sociales ha aumentado de manera exponencial. Tal pareciera que alguien tiene una varita mágica que, al moverla, crea como por encanto una nueva red social. Facebook, Twitter, Google Plus, LindedIn, Youtube y Pinterest son solo algunas de las más conocidas, pero existen decenas de sitios prácticamente idénticos entre los cuales dividimos nuestra atención.

Todas las redes sociales se venden y promocionan como sitios donde uno puede compartir, conectar con los otros y controlar lo que sucede. Es tan sencillo escribir un mensaje, releerlo y, si no está bien, simplemente oprimir la tecla “Delete” para reescribirlo de la manera más adecuada. Sin embargo, esto nos hace mostrar una faceta construida. Nuestro perfil online es una imagen idílica de nosotros, de lo que desearíamos ser y de lo que queremos que los demás sepan de nosotros.

¿Han visto en alguna ocasión en Facebook una foto de alguien llorando o triste? Y es que a nuestro perfil subimos las imágenes de esos momentos idílicos, las vacaciones en familia, la fiesta con los amigos… Pero una parte de nuestra intimidad se queda oculta. El problema es que realmente no solo queremos ocultar esa faceta a los demás sino a nosotros mismos. De esta forma, no nos permitimos crecer como personas. Y es que las redes sociales son un gran agujero negro por donde no solo se escapa nuestro tiempo sino también nuestra propia identidad.

El fantasma de las redes sociales

Parafraseando a Carlos Marx podríamos decir que “un fantasma recorre al mundo, el fantasma de las redes sociales”. Y este espectro nos seduce con tres falsas premisas:

1. Podemos centrar la atención donde queramos, en el hecho y el lugar del mundo que deseemos. Sin embargo, realmente no nos percatamos que somos personas con limitaciones físicas, que nuestra memoria tiene una capacidad limitada al igual que nuestra atención y, por ende, de las decenas de historias o tweets que leemos al día, con mucha suerte, al pasar de un mes recordaremos tan solo uno o dos.

Entonces… ¿de qué sirve manejar tanta información si la olvidaremos apenas pasen unos días? ¿de qué sirve emplear tanto tiempo consumiendo datos y noticias si estas no tienen ninguna repercusión en nuestra persona, si no nos sirven para crecer?

2. Tenemos el control de lo que sucede. Es cierto, controlamos lo que escribimos y las fotos que subimos pero no controlamos lo que está sucediendo en nuestra vida real. Pasar más tiempo en las redes sociales implica relacionarse menos con las personas que nos circundan y dedicarle menos tiempo a la reflexión. Por ende, mientras más controlamos en el mundo online, más descontrolada queda nuestra realidad offline.

Cuando estamos en una reunión con los amigos o en una cena de trabajo y en vez de comunicar con las personas presentes nos dedicamos a enviar mensajes de texto con el móvil, estaremos cediendo una parte de nuestro control. Pero lo peor es que ni siquiera nos damos cuenta de que somos víctimas de la ilusión del control, desgraciadamente, la imagen de las parejas que salen a cenar pero que en vez de hablar están pendientes de su móvil es cada vez más frecuente.

3. No estaremos solos. Desde hace décadas han sido numerosos los psicólogos que se han referido al miedo a la soledad. Y es que somos seres sociales que necesitamos de las relaciones interpersonales para desarrollarnos. De hecho, nos construimos como personas a través de la imagen que tienen los otros y de la retroalimentación que estos nos brindan. El mecanismo es bastante simple: nos equivocamos, otros nos muestran el error y quizás nos indican una parte de la solución y nosotros crecemos. Es la idea básica de la Zona de Desarrollo Próximo.

 

Sin embargo, si nuestras relaciones se restringen cada vez más a las redes sociales y en ellas solo mostramos nuestra faceta más positiva, ¿cómo podemos crecer? De cierta forma, esto nos atemoriza y por eso evitamos reflexionar. De esta manera, nos rodeamos de cientos o miles de seguidores con los cuales mantenemos “conversaciones” intrascendentes que no nos permiten crecer y nos mantienen en la zona de confort propia de la adolescencia.

Por otra parte, cada vez tenemos más miedo a la intimidad por lo que nos vanagloriamos de poseer seguidores o fans pero evitamos las relaciones de amistad profundas. Pero… ¿conoces profundamente tan solo a diez de las personas con las cuales compartes información a diario? ¿sabes cuáles son sus problemas, cuándo fue la última vez que lloró? ¿estarías dispuesto de manera incondicional a ayudarle?

Puede sonar como un contrasentido pero la verdad es que si no aprendemos a estar solos, cada vez estaremos más solos.

 

Sin extremismos

Todas estas ideas no nos obligan a obviar las redes sociales o a dejar de usar el teléfono móvil. Estamos en la era de la tecnología y, ya sea por trabajo o para mantenernos en contacto con amigos en el otro lado del mundo, las redes sociales son una excelente herramienta.

Lo importante es reflexionar sobre el lugar que ocupan en nuestras vidas y redimensionar su importancia. Aprendamos a vivir más en nuestra realidad, a enfrentar nuestros miedos y a disfrutar de cada momento que pasamos con las amistades o la familia.

Y, lo que es aún más importante: cuando sientas la necesidad de acudir a las redes sociales es porque algo anda mal en tu realidad. Las redes sociales no son una cura para tus problemas, son un síntoma de algo más profundo.

viernes, 1 de marzo de 2019

EQUILIBRIO MENTAL: ¿QUÉ ES Y CÓMO DESARROLLARLO?


EQUILIBRIO MENTAL: ¿QUÉ ES Y CÓMO DESARROLLARLO?                                                                                               
                                             
Equilibrio mental: ¿Qué es y cómo desarrollarlo?

El equilibrio mental es fundamental para nuestro bienestar, tanto emocional como físico. Sin embargo, a menudo lo descuidamos o no le prestamos la atención suficiente. Somos previsores en muchas áreas de nuestra vida, cuidamos nuestra dieta, nos mantenemos en forma y aseguramos nuestras posesiones más valiosas, pero a veces nos olvidamos de nuestro equilibrio psicológico y lo dejamos completamente al azar convirtiéndonos así en víctimas de las circunstancias. 

¿Qué es el equilibrio mental? 
 El equilibrio mental es un estado de bienestar que resulta de liberar la mente de sus tendencias aflictivas y negativas, dándose cuenta de su potencial en términos de sabiduría, compasión y creatividad. Es un estado en el que los afectos y pensamientos contribuyen al bienestar personal, de manera que nos sentimos plenos y en paz para poder desarrollar al máximo nuestro potencial. 

Alcanzar el equilibrio mental no significa que nos desharemos por completo de los pensamientos y emociones negativas ya que, de una forma u otra, siempre estaremos expuestos a la adversidad y los problemas. Desarrollar el equilibrio mental significa no permitir que esas situaciones generen tantos pensamientos y emociones negativas que inclinen demasiado la balanza como para hacernos sentir mal. 

Los 4 tipos de equilibrio mental: ¿Cómo desarrollarlos? 
1. Equilibrio conativo 
La conación se refiere a la intención y la voluntad, así como su puesta en práctica. No implica simplemente plantearse un objetivo o desear algo sino comprometerse con su consecución. No se limita al deseo de dejar de fumar, sino que significa comprometerse y cambiar de verdad. 

El equilibrio conativo es fundamental para el equilibrio mental porque si desarrollamos deseos y aspiraciones irreales o no hacemos nada para alcanzar nuestras metas, terminaremos frustrados y sufriendo un elevado nivel de angustia psicológica. 

Por otra parte, experimentar un déficit conativo; es decir, no desear nada ni comprometernos con ninguna meta suele generar apatía, desmotivación y, en última instancia, un vacío existencial que nos hará profundamente infelices. Estancarnos en la abulia conduce a la desilusión y la desesperación. 
La clave consiste en desarrollar objetivos y deseos basados en la realidad y orientados a nuestra felicidad, con los que podamos comprometernos y llevar a buen término, facilitará nuestro equilibrio psicológico. No obstante, para desarrollar el equilibrio conativo no basta con cambiar unas metas por otras, tenemos que poner en marcha un ejercicio de introspección que nos permita descubrir lo que queremos en realidad y comprometernos con esas metas. 
2. Equilibrio atencional 
La voluntad sin la capacidad para mantener la atención conduce a un desequilibrio. De hecho, el equilibrio atencional es fundamental para rendir de manera óptima y no caer en la hiperactividad o la hipoactividad. 

La hiperactividad atencional ocurre cuando la mente está excesivamente excitada, lo que genera un estado de agitación y distracción compulsiva. Ese nivel de atención no es funcional y no nos permite cumplir nuestros objetivos, al contrario, conduce a la dispersión. En el extremo opuesto hallamos la hipoactividad atencional, un estado de laxitud que nos mantiene desconcentrados y también nos impide alcanzar nuestras metas ya que la mente divaga sin rumbo. 

Esos desequilibrios se remedian a través de la atención plena, que sería un nivel de atención sostenida y voluntaria enfocada en una actividad u objeto, sin distracciones. Ese tipo de atención no está dirigida únicamente hacia el externo sino que también implica la capacidad para escudriñar dentro de uno mismo y ser capaces de conducir suavemente la atención hacia lo que nos interesa cuando nos distraemos, sin enfadarnos, irritarnos o frustrarnos. 

Esa atención se puede cultivar de diferentes maneras, aunque uno de los métodos más eficaces es la meditación mindfulness. 
3. Equilibrio cognitivo 
El equilibrio cognitivo implica comprometerse con el mundo de la experiencia sin realizar suposiciones o albergar ideas preconcebidas sobre los eventos que puedan dar pie a malinterpretaciones o distorsiones de la realidad. Significa estar presentes sin juzgar ni criticar, simplemente viviendo la experiencia. 

El equilibrio cognitivo implica deshacerse de los estereotipos y prejuicios, así como de los sesgos cognitivos, o al menos ser conscientes de su existencia para comprender la diferencia entre la realidad y nuestras expectativas o fantasías, ese mundo que hilamos en nuestra mente y que suele dar pie a malinterpretaciones o reacciones emocionales exageradas fuera de contexto. 

El budismo nos ofrece un ejemplo claro de desequilibrio cognitivo: confundir una cuerda enrollada con una serpiente. ¿Cómo es posible? Esa confusión se debe a que, en vez de limitarnos a constatar la realidad, no prestamos la suficiente atención y proyectamos nuestros miedos o expectativas, convirtiendo la cuerda en una serpiente. 

En la vida cotidiana confundimos continuamente nuestras expectativas, ideas y prejuicios con la realidad, proyectando sobre los hechos nuestros miedos y esperanzas. Eso genera un desequilibrio ya que no respondemos a la realidad tal cual es, sino que reaccionamos ante la historia que hemos construido en nuestra mente. Ese desequilibrio cognitivo puede conducirnos a luchar contra molinos de viento, haciendo que perdamos una energía valiosísima. 

Para desarrollar el equilibrio cognitivo debemos poner a prueba continuamente nuestras creencias y pensamientos. Debemos preguntarnos si estamos reaccionando ante lo que nos ocurre o si estamos exagerando los hechos debido a que están influyendo nuestras expectativas o ideas preconcebidas. Se trata de un profundo trabajo de reestructuración cognitiva que implica cambiar las creencias limitantes por otras más adaptativas y flexibles. 

4. Equilibrio emocional 

El equilibrio emocional es el resultado del balance entre el equilibrio conativo, atencional y cognitivo. Cuando nos planteamos metas realistas y nos comprometemos con su consecución, mantenemos bajo control nuestras expectativas y nos concentramos en lo que realmente importa, el equilibrio emocional es un resultado natural del equilibrio entre deseos, pensamientos y acciones. 

Tener un buen equilibrio emocional no implica asumir una actitud indiferente y fría sino ser conscientes de las emociones que estamos experimentando, comprender su influjo y ser capaces de gestionarlas y expresarlas asertivamente. 
De hecho, para mantener el equilibrio mental es tan negativa la ira como la euforia extrema ya que ambos estados se convierten en unas gafas que nos impiden ver nítidamente la realidad. El equilibrio emocional es el resultado de una adecuada regulación de los afectos, del autoconocimiento y la madurez. 
Para desarrollarlo es necesario trabajar la Inteligencia Emocional y asumir que las emociones no son enemigos a combatir sino señales a tener en cuenta, tan valiosas como la lógica y la razón. 
¿Por qué deberías invertir en tu equilibrio mental? 
Desarrollar un buen equilibrio mental te ayudará a afrontar los problemas. Cuando cuentas con las herramientas psicológicas necesarias y tienes una visión más ponderada, lograrás lidiar con las dificultades sin venirte abajo. Eso significa que la adversidad te hará menos daño y que podrás salir antes de ese estado. Sin duda, es una inversión que vale la pena. 
Fuente:
Wallace, B.A. & Shapiro, S. L. (2006) Mental balance and well-being: building bridges between Buddhism and Western psychology. Am Psychol; 61(7): 690-701.

jueves, 28 de febrero de 2019

LA IGNORANCIA: NO NACEMOS SIENDO IGNORANTES, APRENDEMOS A SER IGNORANTES


Psicología/Desarrollo Personal
LA IGNORANCIA: NO NACEMOS SIENDO IGNORANTES, APRENDEMOS A SER IGNORANTES

Siempre hemos pensado que ignorar es un verbo pasivo. La ignorancia es la falta de conocimientos, un estado de desinformación o una carencia de comprensión. Por tanto, calificamos a una persona como “ignorante” cuando desconoce o no comprende algo. 
Ese carácter pasivo implica que, de cierta forma, esa persona no es responsable de su ignorancia, simplemente arrastra consigo esa “carencia”. Es curioso, sin embargo, que no apliquemos el calificativo de ignorante a los niños, a pesar de que estos no suelen dominar los mismos conocimientos de los adultos. 
Eso significa que la ignorancia parte de un presupuesto: algo que deberíamos conocer, pero no sabemos, un camino que debíamos haber recorrido pero no lo hicimos. Entonces la ignorancia abandona su significado pasivo para tener una acepción activa que implica no reconocer algo o actuar como si no se supiera. Caemos en lo que se conoce como “ignorancia motivada”. 
¿Qué es la ignorancia motivada? 
La ignorancia motivada es cuando elegimos, de manera más o menos consciente, no saber más, no profundizar, no comprender. Esa ignorancia es terriblemente peligrosa porque suele conducir a posturas extremas y cercena nuestra capacidad para seguir creciendo y madurando. Cuando decidimos ser ignorantes, alguien más decidirá en nuestro lugar. Nos convertimos en personas manipulables. 
Ya lo había dicho Goethe: “nada hay más terrible que una ignorancia activa”. El filósofo Karl Popper pensaba lo mismo: “La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo”. 
Esa ignorancia motivada puede darse en todos los ámbitos de nuestra vida. Algunas personas comienzan a sentirse mal, pero en vez de ir al médico para recibir un diagnóstico, prefieren refugiarse en la ignorancia suponiendo que todo está bien. Otras personas sospechan que su pareja le es infiel, pero, en lugar de despejar las dudas, eligen permanecer en la ignorancia. Lo mismo ocurre a nivel político o social: cuando ya tenemos una idea formada, elegimos no escuchar o dar valor a los argumentos contrarios. 
¿Por qué elegimos la ignorancia motivada? 
Un experimento realizado en la Universidad de Winnipeg y la Universidad de Illinois demostró cuan fuerte e irracional puede ser nuestra tendencia a la ignorancia motivada. Estos psicólogos reclutaron a 200 personas y les dieron dos opciones: leer y responder preguntas sobre una opinión (matrimonio gay) con la que estaban de acuerdo, o leer un punto de vista opuesto. 
Quienes decidieran leer la opinión con la que estaban de acuerdo ganarían 7 dólares; pero si elegían la opinión contraria ganarían 10 dólares. Asombrosamente, el 63% de las personas prefirió leer la opinión con la que estaban de acuerdo rechazando la posibilidad de ganar más dinero. 
En ese caso, elegimos ser ignorantes para evitar la disonancia cognitiva. Hemos desarrollado una concepción del mundo haciendo malabares con nuestras ideas y creencias, y tememos que las opiniones contrarias puedan desestabilizar ese castillo de naipes. Por eso preferimos ignorar todo lo que no se corresponde con nuestra visión. Y eso significa que, en el fondo, la ignorancia motivada es una expresión del miedo. 
¿Cómo nos inculcan ese miedo? 
El miedo a nuestra ignorancia es una sensación que nos han inculcado sistemáticamente durante el periodo escolástico. Se trata de la sensación de que no sabemos algo que muchos conocen, por lo que es mejor callar y conformarse”, apuntó el filólogo Igor Sibaldi. 
En la escuela, la ignorancia se va revistiendo de un halo negativo. Se comienza a señalar con el dedo al ignorante. Y eso genera una paradoja porque para superar la ignorancia primero debemos reconocerla, pero no podemos reconocerla por miedo a que nos tachen de ignorantes. El escritor Baltasar Gracián decía que “el primer paso de la ignorancia es presumir de saber”. 

Deshacerse de la ignorancia en realidad no es difícil, basta informarse, “pero ese comportamiento es imposible para la gran mayoría de las personas porque el hábito de sentirse ignorantes se ha convertido en algo más fuerte que su deseo de aprender”, según Sibaldi. 
La ignorancia se convierte en una zona de confort en la que nos sentimos demasiado a gusto como para salir. O quizá ni siquiera nos sintamos tan cómodos, pero el miedo a lo que hay fuera, a todo lo que desafía nuestras creencias, es tan fuerte que nos mantiene paralizados en esa zona de confort. Así elegimos la ignorancia. 
Elige saber 
El ignorante no es el que no conoce sino el que no quiere conocer. Por tanto, el primer paso para desahuciar la ignorancia es desarrollar una mentalidad de crecimiento, una mentalidad abierta que nos permita explorar el mayor número de posibilidades. 
No podemos deshacernos de la noche a la mañana de nuestros estereotipos y creencias, pero podemos ponerlas en duda y buscar más allá de lo que siempre hemos dado por sentado. Debería darnos más miedo morir cada día en una zona de confort que se estrechará cada vez más que salir a descubrir el mundo, por muy diferente o incierto que sea.