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lunes, 4 de marzo de 2019
LAS MENTIRAS DE LAS REDES SOCIALES
CONECTADOS PERO SOLOS: LAS MENTIRAS DE LAS REDES SOCIALES
En los últimos tiempos el número de
redes sociales ha aumentado de manera exponencial. Tal pareciera que alguien
tiene una varita mágica que, al moverla, crea como por encanto una nueva red
social. Facebook, Twitter, Google Plus, LindedIn, Youtube y Pinterest son solo
algunas de las más conocidas, pero existen decenas de sitios prácticamente
idénticos entre los cuales dividimos nuestra atención.
Todas las redes sociales se venden y
promocionan como sitios donde uno puede compartir, conectar con los otros y controlar
lo que sucede. Es tan sencillo escribir un mensaje, releerlo y, si no está
bien, simplemente oprimir la tecla “Delete” para reescribirlo de la
manera más adecuada. Sin embargo, esto nos hace mostrar una faceta construida.
Nuestro perfil online es una imagen idílica de nosotros, de lo que desearíamos
ser y de lo que queremos que los demás sepan de nosotros.
¿Han visto en alguna ocasión en
Facebook una foto de alguien llorando o triste? Y es que a nuestro perfil
subimos las imágenes de esos momentos idílicos, las vacaciones en familia, la
fiesta con los amigos… Pero una parte de nuestra intimidad se queda oculta. El
problema es que realmente no solo queremos ocultar esa faceta a los demás sino
a nosotros mismos. De esta forma, no nos permitimos crecer como personas. Y es
que las redes sociales son un gran agujero negro por donde no solo se escapa
nuestro tiempo sino también nuestra propia identidad.
El fantasma de las redes sociales
Parafraseando a Carlos Marx
podríamos decir que “un fantasma recorre al mundo, el fantasma de las redes
sociales”. Y este espectro nos seduce con tres falsas premisas:
1. Podemos centrar la atención donde
queramos, en el hecho y el
lugar del mundo que deseemos. Sin embargo, realmente no nos percatamos que
somos personas con limitaciones físicas, que nuestra memoria tiene una
capacidad limitada al igual que nuestra atención y, por ende, de las decenas de
historias o tweets que leemos al día, con mucha suerte, al pasar de un mes
recordaremos tan solo uno o dos.
Entonces… ¿de qué sirve manejar
tanta información si la olvidaremos apenas pasen unos días? ¿de qué sirve
emplear tanto tiempo consumiendo datos y noticias si estas no tienen ninguna
repercusión en nuestra persona, si no nos sirven para crecer?
2. Tenemos el control de lo que
sucede. Es cierto,
controlamos lo que escribimos y las fotos que subimos pero no controlamos lo
que está sucediendo en nuestra vida real. Pasar más tiempo en las redes
sociales implica relacionarse menos con las personas que nos circundan y
dedicarle menos tiempo a la reflexión. Por ende, mientras más controlamos en el
mundo online, más descontrolada queda nuestra realidad offline.
Cuando estamos en una reunión con
los amigos o en una cena de trabajo y en vez de comunicar con las personas
presentes nos dedicamos a enviar mensajes de texto con el móvil, estaremos
cediendo una parte de nuestro control. Pero lo peor es que ni siquiera nos
damos cuenta de que somos víctimas de la ilusión del control, desgraciadamente,
la imagen de las parejas que salen a cenar pero que en vez de hablar están
pendientes de su móvil es cada vez más frecuente.
3. No estaremos solos. Desde hace décadas han sido
numerosos los psicólogos que se han referido al miedo a la soledad. Y es que
somos seres sociales que necesitamos de las relaciones interpersonales para
desarrollarnos. De hecho, nos construimos como personas a través de la imagen
que tienen los otros y de la retroalimentación que estos nos brindan. El
mecanismo es bastante simple: nos equivocamos, otros nos muestran el error y
quizás nos indican una parte de la solución y nosotros crecemos. Es la idea básica
de la Zona de Desarrollo Próximo.
Sin embargo, si nuestras relaciones
se restringen cada vez más a las redes sociales y en ellas solo mostramos
nuestra faceta más positiva, ¿cómo podemos crecer? De cierta forma, esto nos
atemoriza y por eso evitamos reflexionar. De esta manera, nos rodeamos de
cientos o miles de seguidores con los cuales mantenemos “conversaciones”
intrascendentes que no nos permiten crecer y nos mantienen en la zona de
confort propia de la adolescencia.
Por otra parte, cada vez tenemos más
miedo a la intimidad por lo que nos vanagloriamos de poseer seguidores o fans
pero evitamos las relaciones de amistad profundas. Pero… ¿conoces profundamente
tan solo a diez de las personas con las cuales compartes información a diario?
¿sabes cuáles son sus problemas, cuándo fue la última vez que lloró? ¿estarías
dispuesto de manera incondicional a ayudarle?
Puede sonar como un contrasentido
pero la verdad es que si no aprendemos a estar solos, cada vez estaremos más
solos.
Sin extremismos
Todas estas ideas no nos obligan a
obviar las redes sociales o a dejar de usar el teléfono móvil. Estamos en la
era de la tecnología y, ya sea por trabajo o para mantenernos en contacto con
amigos en el otro lado del mundo, las redes sociales son una excelente
herramienta.
Lo importante es reflexionar sobre
el lugar que ocupan en nuestras vidas y redimensionar su importancia.
Aprendamos a vivir más en nuestra realidad, a enfrentar nuestros miedos y a
disfrutar de cada momento que pasamos con las amistades o la familia.
Y, lo que es aún más importante:
cuando sientas la necesidad de acudir a las redes sociales es porque algo anda
mal en tu realidad. Las redes sociales no son una cura para tus problemas, son
un síntoma de algo más profundo.
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